PLÁSTICO SIN PACTO: ¿FRACASO O PAUSA FORZADA?
Una expectativa rota. El lunes 2 de diciembre de 2024, en Busan, Corea del Sur, terminó sin acuerdo la quinta sesión del Comité Intergubernamental de Negociación (INC-5) de la ONU, que buscaba firmar el primer tratado global jurídicamente vinculante contra la contaminación plástica.
Más de 3300 delegados representando a 170 países convergieron con la urgente tarea de limitar y regular la producción y la gestión de plásticos a nivel mundial. Sin embargo, las profundas fracturas entre naciones desarrolladas y emergentes bloquearon cualquier avance y dejaron la negociación en suspenso hasta 2025.
El principal escollo radicó en la resistencia para fijar una reducción obligatoria en la producción de plásticos vírgenes y en la regulación de sustancias químicas peligrosas presentes en ellos. Más de un centenar de países, agrupados en la llamada coalición de alta ambición, exigieron plazos claros y metas definidas para limitar la producción. Por el contrario, grandes productores de petróleo y polímeros — Arabia Saudita, Rusia, Irán, China y Estados Unidos — defendieron exclusivamente la gestión de residuos, rechazando cualquier restricción sobre la fabricación misma.
El encuentro, considerado por muchos como la última gran ventana para cerrar un acuerdo histórico, culminó en la elaboración de un documento oficioso por parte de la presidencia del Comité, que servirá de base para las negociaciones futuras. Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, reconoció avances formales en la estructura del texto, pero reconoció que persisten divergencias en puntos neurálgicos que requieren tiempo adicional para resolverse.
Durante la semana, voces ambientales y delegados de países en desarrollo, como Panamá y Ruanda, insistieron en la urgencia de avanzar para proteger no solo los ecosistemas globales sino también la salud y los medios de vida de las poblaciones más vulnerables. Sin embargo, la batalla de intereses económicos y estratégicos entre potencias quedó patente, poniendo en evidencia la brecha entre compromisos ecológicos y realpolitik.
¿Habrá margen para reconstruir la confianza y la voluntad política de cara a 2025? Por ahora, la cita de Busan deja un sabor a desencuentro y la certeza de que la ruta hacia una gobernanza global del plástico seguirá plagada de sombras y dilemas.