Imagen cortesía, perfil de Instagram, María Claudia Tarazona
UNA LUZ TENUE EN FONTIBÓN
Este viernes 13 de junio, la espera continúa en los pasillos de la Fundación Santa Fe, donde el senador colombiano Miguel Uribe Turbay lucha por la vida tras el atentado que sufrió el pasado 7 de junio en la localidad de Fontibón, Bogotá.
Desde aquella fatídica mañana en la que la violencia irrumpió en su cotidianidad, Uribe Turbay ha estado recluido en la Unidad de Cuidados Intensivos. El último parte médico, emitido a las 6:45 a. m. por la Fundación, revela una leve disminución de su presión intracraneana y un comportamiento estable en la perfusión cerebral, signos que brindan una tenue esperanza en medio de la gravedad de su estado.
La importancia de estos datos no pasa inadvertida para el equipo médico. Según el comunicado oficial, estos avances podrían conducir en días próximos a una nueva evaluación imagenológica para determinar con mayor precisión el alcance de las lesiones y ajustar el tratamiento. Sin embargo, el neurocirujano Remberto Burgos de la Espriella, figura clave en su atención multidisciplinaria, advierte con honestidad que la mejoría es apenas un suspiro en la compleja batalla, enfatizando la necesidad de cautela ante cualquier cambio inesperado.
La trayectoria del senador desde el ataque tampoco se olvida: inicialmente estabilizado en la Clínica Medicentro Familiar, fue trasladado con urgencia a la Fundación Santa Fe para recibir cuidados especializados. Pero más allá de la medicina, en las afueras de la clínica, un mosaico humano se multiplica cada día. Familiares, amigos, colegas políticos y ciudadanos comunes encienden vigilias, susurran plegarias y dejan mensajes de ánimo, mientras aguardan que la recuperación de Uribe Turbay rompa el ominoso silencio que el atentado dejó tras de sí.
¿Qué significa este frágil avance? ¿Podrá la ofensiva médica traducirse en un verdadero giro para el senador y precandidato presidencial? A la espera de respuestas firmes, este episodio sigue dejando abiertas preguntas sobre la seguridad en la capital, la persistente violencia que erosiona la vida pública y la posibilidad de encontrar en medio de la tragedia un camino hacia la esperanza.