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¿Agua para la esperanza?
Un grito de vida en Anzá
En la mañana fresca del miércoles 5 de noviembre de 2025, el Centro Educativo Rural La Quiebra, en el corazón de Anzá, fue testigo de un acto que promete cambiar el destino de su gente. La Gobernación de Antioquia y la Fundación EPM entregaron la primera solución de potabilización de agua para escuelas rurales, un esfuerzo que parecería pequeño, pero que es, en realidad, un monstruo contra la inseguridad y el abandono.
Con una inversión cercana a los 12 mil millones de pesos, esta solución beneficiará a más de 100 personas: estudiantes, maestros y habitantes de la vereda. Todos ellos contarán con acceso sostenible a agua potable y puntos de hidratación —un oasis para quienes padecen desde hace años la falta de un recurso tan básico—. Más que una obra técnica, se instala también un modelo comunitario de manejo y mantenimiento, que apunta a que la autonomía no sea solo una palabra vacía en este rincón rural.
La ceremonia fue presidida por el gobernador Andrés Julián Rendón, la primera dama Susana Ochoa Henao y la directora de la Fundación EPM, Lina Victoria Hoyos Jaramillo. Fue el gobernador quien, con firmeza y emoción contenida, declaró: “Así le quebramos el espinazo a la inseguridad alimentaria y combatimos los problemas de higiene e insalubridad. Es una solución sencilla pero muy potente para nuestras comunidades rurales”. Esas palabras son un espejo del valor que representa el agua cuando no es un derecho, sino un privilegio.
Este esfuerzo es apenas el inicio de la estrategia “Agua para la Educación, Educación para el Agua”, un programa que, enmarcado en la iniciativa BienEstar de la Gobernación, planea instalar 104 sistemas de agua potable nuevos y mejorar 29 existentes, beneficiando a 133 escuelas rurales de Antioquia entre marzo de 2025 y diciembre de 2026. La primera escuela no fue elegida al azar; la convocatoria priorizó aquellas con necesidades críticas y acceso a fuentes hídricas permanentes, una apuesta que conjuga urgencia y viabilidad.
El sistema entregado en La Quiebra incluye la infraestructura técnica para potabilizar el agua, así como puntos de hidratación; pero también incorpora un componente pedagógico, un compromiso con la educación que va más allá del aula, invitando a la comunidad a cuidar y mantener este bien tan necesario.
¿Por qué recordar un proyecto así? Porque detrás de esta solución técnica está la esperanza que necesita un pueblo menudo para reescribir su historia, porque el agua potable no es solo un insumo, sino la llave de la salud, la educación y la dignidad. Y mientras se despliegan nuevas entregas, queda la pregunta en el aire: ¿Cuándo será que todos los rincones de Antioquia y otros territorios olvidados podrán dejar de levantar la voz para pedir agua? Por ahora, La Quiebra ha encontrado un respiro en su sed, y esa pequeña victoria es la que arde en el corazón del campo colombiano.


