📸 Imagen cortesía D.R.A
¿Vendiendo el alma de Débora Arango?
Este martes 22 de septiembre de 2025, el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes impuso un cerrojo a una propuesta que buscaba mover una pieza fundamental del arte colombiano. La solicitud del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) para vender dos obras icónicas de la pintora Débora Arango fue rechazada oficialmente.
El MAMM quiso transferir al Banco de la República “Rojas Pinilla” y “Madona del Silencio”, dos de las 233 obras que Arango donó en 1986 como un todo inseparable. En la Resolución 1489, el Ministerio fue categórico: esas piezas están protegidas legalmente como Bienes de Interés Cultural y enajenarlas atentaría contra un legado patrimonial que debe preservarse íntegro. “La obra de la maestra debe permanecer unida como un legado nacional”, declaró la cartera, en defensa de una colección que trasciende lo individual para abrazar la memoria colectiva.
El MAMM argumentaba desde una posición apremiante: cuentan con casi 250 obras, pero solo pueden exhibir un 10% por limitaciones de espacio y presupuesto. María Mercedes González, directora del museo, defendía la venta como un recurso para garantizar la visibilidad y conservación de Arango. Sin embargo, la respuesta estatal fue clara: la venta fragmentaría ese patrimonio y podría erosionar el legado cultural. En cambio, se ofrecieron caminos alternativos, como préstamos temporales o acuerdos con otras instituciones nacionales.
La encrucijada entre la urgencia financiera y la protección cultural plantea un dilema mucho más profundo: ¿puede la burocracia conservar el alma intacta de un legado sin ahogarlo en formalismos? ¿O están destinadas estas obras a espacios donde pocos las vean, mientras el museo lucha por sobrevivir? La obra de Débora Arango permanece en el centro de esta discusión, símbolo de una discusión que trasciende cuadros: el valor intangible de la herencia cultural y su difícil convivencia con la realidad económica.
Mientras tanto, la incertidumbre persiste en el aire. ¿Podrán las instituciones encontrar la fórmula para proteger sin paralizar? ¿O será necesario repensar la manera en que se custodia la memoria artística, para que no quede atrapada en museos que no pueden mostrarla? El lienzo, esta vez, está en blanco para quienes deciden el destino del patrimonio nacional.


