📸 Imagen cortesía Secretaría de Seguridad de Medellín
¿Violencia sin fronteras en el Atanasio Girardot?
El martes 12 de agosto, en la fría noche de Medellín, el estadio Atanasio Girardot fue escenario de una inesperada turbulencia. Allan Aquino de Souza, hincha brasileño del Sao Paulo, quedó detenido luego de ser señalado como el instigador de los disturbios que estallaron tras el empate sin goles entre Atlético Nacional y Sao Paulo, partido válido por la ida de los octavos de final de la Copa Libertadores.
Aquino, ubicado en la tribuna norte, donde se congregaban cerca de mil seguidores del club paulista, empezó una cadena de desmanes que empañaron el ambiente futbolero. Intentó escabullirse entre la multitud cambiándose de camiseta, pero las cámaras de seguridad y la rápida reacción policial lo dejaron sin escape. El secretario de Seguridad de Medellín, Manuel Villa Mejía, explicó que la respuesta fue inmediata y contundente, aplicando el Código Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana, que resultó en una multa y traslado al Centro de Traslado por Protección.
Las autoridades no dejaron cabos sueltos. Este miércoles 13, Aquino enfrentará la Comisión de Migración Colombia para definir su deportación y la prohibición de regreso a territorio colombiano. Las palabras de Villa Mejía resuenan firmes: “No crean que van a venir a Medellín a empañar la fiesta y la cultura del fútbol”.
Aunque los altercados se limitaron a la tribuna norte y no se registraron heridos graves, la escena evidencia cómo la pasión deportiva puede convertirse en motivo de conflicto y refleja la urgencia de políticas claras para contener la violencia en los estadios. ¿Podrá el fútbol seguir siendo un espacio de encuentro o seguirá siendo escenario de confrontación internacional? La noche del 12 de agosto dejó, sin duda, más preguntas que respuestas, y un triste recordatorio de que la seguridad en el deporte sigue siendo un desafío vigente.




