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¿Inocencia rota en San Sebastián?
Un silencio roto por el llanto y la violencia.
Manizales, 26 de julio de 2025. En un modesto apartamento del barrio San Sebastián, la tranquilidad de un sábado común se quebró de manera irreversible. Silvana Torres, una joven de 22 años, arrebató la vida de su propia hija, una niña de apenas dos años, en un acto que desató conmoción y zozobra en toda la comunidad.
Los hechos, según fuentes oficiales, ocurrieron en el quinto piso de un edificio de vivienda social. Torres, en un aparente ataque de desesperación, utilizó un cuchillo contra su pequeña, causándole una herida profunda en el cuello. Pese al traslado urgente al hospital, la menor falleció a las 12:15 p.m. debido a un shock hipovolémico que hizo inútiles los esfuerzos médicos. La madre, tras el brutal acto, intentó suicidarse con el mismo arma, resultando con heridas que requirieron atención hospitalaria y su posterior custodia en una clínica de salud mental.
El coronel Dave Anderson Figueroa Castellanos, comandante de la Policía Metropolitana de Manizales, confirmó que Torres fue capturada en flagrancia y se recupera bajo estricta vigilancia médica y policial. La comunidad, consternada, reaccionó con estallidos de violencia, intentando linchar a la mujer. “La madre atacó con arma blanca a su hija, provocándole la muerte. Luego se autolesionó. Está bajo custodia y se recupera en un centro médico”, declaró el oficial.
Las primeras versiones apuntan a un contexto de fragilidad emocional: una reciente ruptura con el padre de la niña que habría exacerbado la crisis psicológica de Silvana. Pero más allá del drama individual, el caso evidencia un vacío profundo —no solo en la red de apoyo social y de salud mental, sino en la confianza misma que la comunidad deposita en las instituciones encargadas de proteger a los más vulnerables.
Mientras la ciudad llora a la pequeña y se enfrenta a una violencia inesperada, surgen preguntas difíciles de responder: ¿Qué falló antes de que esta tragedia ocurriera? ¿Cómo puede una madre llegar a tal extremo? ¿Será Manizales capaz de aprender y evitar que la desesperación se traduzca nuevamente en un grito silenciado para siempre?
La herida abierta en San Sebastián no solo es física, sino social e institucional. Y quizá solo el tiempo —y la voluntad colectiva— podrá comenzar a cerrarla.