Foto: Archivo La Crónica del Quindío
Para Colombia, un país geográficamente ubicado en una zona sísmica con bastante actividad, registra poco más de 2.000 movimientos de tierra al año, según datos del Servicio Geológico Colombiano. Y aunque la mayoría de ellos son imperceptibles, basta tan solo uno lo suficientemente fuerte para causar una gran tragedia, como lo fue el de aquel 25 de enero de 1999.
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Aquel día, hace 25 años, a la 1:19 p. m. se registró un sismo de magnitud 6.1, con una profundidad muy superficial de 21 kilómetros. Aunque su epicentro fue en Córdoba, municipio de Quindío, el área urbana más afectada fue la de Armenia, además de otras zonas del Eje Cafetero.
El resultado de este sismo, lamentablemente, fue de 1.185 personas fallecidas, siendo 921 de ellas solo en Armenia. Definitivamente, este suceso se convirtió en uno de los terremotos más devastadores de la historia del país, dejando más de 35.000 viviendas destruidas y más de 8.000 personas heridas.

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¿Por qué la tragedia fue tan grave si su magnitud no fue tan alta?
John Macario Londoño, director técnico de Geoamenazas del Servicio Geológico Colombiano, explicó que, en gran medida, el desastre tuvo que ver, principalmente, con dos factores clave: su superficialidad y la poca sismorresistencia de las edificaciones de la época.
El funcionario recordó que “muchas de las construcciones más afectadas estaban ubicadas en zonas de relleno y bordes de laderas”, y ratificó la importancia de la construcción de viviendas y edificios que cumplan los lineamientos y las normas de sismorresistencia. Según él, esto solamente ocasionará que se sienta el movimiento y las vibraciones del sismo, pero permitirá que las edificaciones no colapsen.