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¿Caribe al límite?
Este martes 28 de octubre, Jamaica enfrentó el paso devastador del huracán Melissa, una tormenta que se convirtió en uno de los fenómenos atmosféricos más potentes registrados en la memoria reciente del Caribe.
Melissa había tocado tierra esa misma tarde como un ciclón de categoría 5, con vientos que rozaban los 300 kilómetros por hora y lluvias torrenciales que rápidamente transformaron ríos en torrentes desbocados. El ojo del huracán se ubicaba sobre la costa occidental, avanzando lentamente, una lentitud que aumenta el riesgo y prolonga la agonía en las regiones sur y oeste de la isla. Las consecuencias no se hicieron esperar: inundaciones generalizadas, cortes masivos de electricidad y daños estructurales severos. Michael Brennan, director del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, admitió la incertidumbre que aún domina. “Puede tardar días o semanas en conocerse por completo el alcance de lo que está ocurriendo.”
La respuesta de las autoridades jamaicanas fue rápida, aunque la magnitud del desastre pone a prueba su capacidad de reacción. Bajo la guía del primer ministro Andrew Holness, se declaró estado de emergencia y se ordenaron evacuaciones en zonas costeras y vulnerables. Más de 800 refugios fueron habilitados, intentando sostener la vulnerabilidad humana frente a la implacable fuerza de la naturaleza. Holness no ocultó la gravedad: “Jamaica afronta una situación extrema que pondrá a prueba la resistencia del país frente a uno de los ciclones más intensos registrados en el Caribe.”
La Cruz Roja calcula que más de un millón y medio de personas han sido alcanzadas directamente por la furia del huracán. Las preguntas sobre cuánto durarán estas dificultades, cómo se reconstruirá el país y qué lecciones quedarán para enfrentar futuros embates atmosféricos todavía están en el aire, flotando como las aguas que ahora cubren gran parte del territorio. En tiempos donde el cambio climático amplifica la violencia de estos fenómenos, Melissa se erige como una advertencia cuyo eco apenas comienza a resonar.
¿Será suficiente la resiliencia humana para enfrentar lo que la naturaleza sigue escribiendo con furia en las páginas del Caribe?


