📸 Imagen cortesía EFE – Javier Lizón
¿Vuelta a España en llamas?
Un silencio extraño cerró la 80ª edición de la Vuelta a España.
Madrid, 14 de septiembre de 2024. Jonas Vingegaard, el danés del Visma Lease a Bike, coronó su esfuerzo como campeón, pero sin la gloria habitual. La última etapa, entre Alalpardo y la capital española, se disolvió en el caos cuando manifestaciones propalestinas irrumpieron violentamente. A falta de solo 56 kilómetros para la meta, las autoridades se vieron obligadas a suspender la carrera ante el riesgo inminente para ciclistas y público.
Desde temprano, el ambiente presagiaba tormenta. El recorrido fue acortado, las precauciones extremas y más de 2.000 policías desplegados para contener posibles desórdenes. Sin embargo, la protesta social venció al evento deportivo: miles de manifestantes tomaron el Paseo del Prado bloqueando el paso del pelotón. Javier Guillén, director de La Vuelta, anunció con pesar la cancelación: “Por razones de seguridad, no podemos continuar”, y lamentó la imposible convivencia entre manifestación y espectáculo.
Sin ceremonia, sin podio, el campeón celebró entre sombras, en un estacionamiento improvisado. El portugués João Almeida y el británico Tom Pidcock ocuparon segundo y tercer lugar en un podio que nunca fue. Dos detenidos y 22 policías heridos marcaron el saldo policial de una jornada que no olvidará la memoria colectiva de la décima ronda española.
¿Qué significa esta última Vuelta? La carrera, portada a portada, quedará marcada no solo por quién ganó, sino también por la encrucijada entre deporte y política, por la fragilidad de los espacios públicos cuando la voz social se hace estridente. Mientras tanto, la afición se pregunta: ¿Es posible reconciliar la pasión por el ciclismo con las tensiones de un mundo convulso? La Vuelta terminó, pero la reflexión apenas comienza.
