Hace dos años, la piloto neerlandesa Narine Melkumjan vivió un aterrador segundo vuelo de entrenamiento acrobático en un caluroso día de verano. Mientras se preparaba para despegar en su ágil y potente Extra 330LX, un fallo inesperado convirtió una rutina de formación en una experiencia angustiosa. Durante la fase de ascenso, la cabina de la aeronave se abrió de golpe, fragmentándose y exponiendo a Melkumjan a los elementos a miles de pies de altura. El ruido ensordecedor y la pérdida de visibilidad complicaron su capacidad para respirar, generando un entorno caótico y confuso.
El desastre se debió a un simple, pero crucial error: el pin de bloqueo de la cabina no había encajado correctamente durante los chequeos previos al despegue. Melkumjan enfatizó que una inspección visual adecuada podría haber evitado el incidente, advirtiendo a la comunidad aérea sobre la importancia de una meticulosa revisión pre-vuelo. Además, reveló que había decidido retomar el entrenamiento poco después de recuperarse de COVID-19, subestimando el impacto de la enfermedad en su resistencia física.
Durante el vuelo, su entrenador logró comunicarse a través de la radio, aconsejándole que mantuviera el control del avión. A pesar de las dificultades, Melkumjan se aferró a su entrenamiento y experiencia, luchando por mantener la aeronave en curso y finalmente aterrizando de manera segura. El incidente la dejó con una reflexión profunda sobre los errores cometidos y las lecciones aprendidas, destacando la importancia de la preparación y las condiciones óptimas de salud.
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El relato de Melkumjan subraya la necesidad de inspecciones rigurosas y la plena recuperación física antes de realizar vuelos acrobáticos. Su historia, marcada por el coraje y el aprendizaje, sirve como una valiosa advertencia para otros pilotos, enfatizando los peligros de la complacencia y la importancia de la preparación en la aviación acrobática.