La guerra toma altura: crecen los ataques con drones en el país

📸 Cortesía: Santiago Rodríguez Álvarez.
¿EL CIELO, NUEVO CAMPO DE BATALLA?

En 2025, Colombia vive una escalada preocupante: al menos 75 ataques con drones con explosivos han sido documentados solo durante este año, mayormente en departamentos como Cauca y Norte de Santander. Estos ataques, protagonizados por disidencias de las FARC y el ELN, no solo despliegan un nuevo horizonte tecnológico en el conflicto armado, sino que también cobran vidas de civiles y militares y erosionan la ya frágil seguridad nacional.

El Comando General del Ejército Colombiano revela cifras escalofriantes: desde 2023 superan los 250 ataques con drones. La modalidad ha dejado un saldo fatal de dos soldados muertos, más de 35 heridos y 31 civiles afectados, entre ellos menores de edad. La violencia aérea se extiende sin pausa. Solo en 2024 y lo corrido de 2025, 183 ataques han marcado el territorio de Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Norte de Santander, con la trágica cuenta de cuatro militares fallecidos, más de 50 uniformados y siete civiles heridos, y un civil muerto.

El 15 de mayo en la vereda 20 de Julio, en Tibú, Catatumbo, la guerra mostró su rostro más cruel: el niño Luis Aragón, de 12 años, perdió la vida a causa de un ataque con drones, y 12 personas más resultaron heridas. La comunidad campesina alzó su voz en rechazo. La Asociación Campesina del Catatumbo (Ascamcat) condenó enérgicamente esta técnica bélica, calificándola como una violación flagrante de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario.

Los grupos irregulares han perfeccionado esta modalidad. Usan drones de tipo comercial modificados para cargar explosivos, permitiendo ataques precisos y fugaces que dificultan la respuesta del Estado. Esta escalada tecnológica no solo desplaza la confrontación a los cielos, sino que también pone en cuestión la capacidad del gobierno para garantizar la seguridad y la vida en zonas ya vulnerables.

¿Es el dron la antesala de una guerra más compleja y sofisticada, o simplemente un síntoma más de la prolongada violencia que azota a Colombia? Mientras las autoridades intentan esclarecer y contener esta amenaza aérea, la ciudadanía, las víctimas y las instituciones enfrentan una incógnita persistente: ¿cómo protegerse cuando el peligro sobrevuela invisible, rápido y letal?

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