La OMS impulsa la digitalización sanitaria global con una nueva cumbre enfocada en países de bajos y medianos ingresos

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[LA SALUD DIGITAL EN CRISIS: ¿INCLUSIÓN O ILUSIÓN?]

Este lunes 14 de julio de 2025, mientras en Colombia el reloj marcaba la mañana, la Organización Mundial de la Salud (OMS) daba inicio a la segunda Cumbre Mundial de la Iniciativa Global sobre Salud Digital (GIDH), un encuentro virtual que promete prolongarse hasta el 18 de julio. La cita no es un simple evento; representa la última esperanza para fortalecer sistemas de salud digital a nivel global, especialmente en aquellos países donde los recursos escasean y las brechas tecnológicas parecen insalvables.

Lo que se sabe hasta el momento es que expertos, representantes gubernamentales y organismos internacionales convergen bajo un mismo objetivo: cerrar la desigualdad que condiciona el acceso a innovaciones médicas digitales. En la jornada inaugural, la OMS anunció la prolongación de su Estrategia Mundial sobre Salud Digital hasta 2027, y adelantó la propuesta de un nuevo plan para 2028–2032, que será presentado en la próxima Asamblea Mundial de la Salud. Se busca, según sus palabras, “garantizar que los avances en tecnología beneficien a todas las naciones”, sin importar su nivel económico.

El Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, enfatizó que las tecnologías digitales son una vía para llevar atención médica a grupos marginados, elevar la calidad en el cuidado y responder de forma más ágil a emergencias de salud. Sin embargo, no dejó de subrayar el reto que implica una “colaboración internacional” real y efectiva, en un mundo marcado por profundos contrastes.

Los debates entre los participantes giran en torno a puntos críticos: la interoperabilidad entre sistemas heterogéneos, el respeto y protección de datos personales, la alfabetización digital del personal sanitario y el acceso equitativo a tecnologías médicas avanzadas. Además, se confronta la urgente necesidad de inversión —se habla de al menos 2.500 millones de dólares anuales durante cinco años— para construir infraestructuras sólidas y seguras, y para mejorar la gobernanza y financiación en países de ingresos bajos y medios.

Pero ¿qué se oculta tras estas cifras y discursos? La realidad es que muchas de estas naciones siguen sumidas en un vacío tecnológico que no solo limita el acceso a la salud digital, sino que también erosiona la confianza en sistemas que deberían protegerlas. La cumbre muestra la voluntad internacional, sí, pero también deja en evidencia la dificultad de traducir buenas intenciones en acciones concretas. La brecha es más que digital; es social y política.

Mientras el mundo observa el avance de esta estrategia mundial, la pregunta permanece: ¿podrán las estructuras globales superar tantas sombras y finalmente hacer que la salud digital deje de ser un privilegio para convertirse en un derecho universal? La respuesta está en juego hasta el 18 de julio y más allá. Pero el tiempo corre, y con él, la urgencia de que ninguna población quede excluida de los beneficios de la tecnología médica.

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