📸 Imagen cortesía Alcaldía de Medellín
¿Altavista, un gigante que llora?
Este martes 21 de octubre, Medellín quedó a merced de la furia de la lluvia. En apenas 24 horas, 115 emergencias emergieron de las sombras de la noche, con la quebrada Altavista como el epicentro de un drama repetido.
Las aguas caídas la noche del lunes 20 de octubre de 2025 no fueron un simple capricho del clima. Precisamente en la ladera occidental de Medellín, la naturaleza mostró su fuerza desatada. Comunas como Belén, San Javier, Laureles-Estadio, Robledo y, sobre todo, el corregimiento de Altavista sintieron el peso del aguacero: inundaciones, desbordamientos y deslizamientos que desnudaron nuevamente la fragilidad de estos territorios.
Altavista, territorio marcado por la historia y la resiliencia, fue el punto más crítico. Mano de Dios, ese sector que parece desafiar al tiempo, volvió a sufrir el desbordamiento de su quebrada homónima. Carlos Andrés Quintero, director del Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Desastres (DAGRD), no dudó en señalar la gravedad: “la mayor afectación fue la creciente súbita de la quebrada Altavista, la cual se desbordó afectando algunos barrios de Mano de Dios”. Las recientes obras hidráulicas a lo largo de la quebrada Mano de Dios parecieron contener un desastre aún mayor, aunque la amenaza permanece latente.
Mientras tanto, el barrio Naranjal y otras zonas de Belén también quedaron bajo la amenaza de las aguas, con desbordamientos que llevaron al colapso parcial de vías y al cierre transversal de la movilidad cotidiana. En Robledo, la descomposición de la tierra en Olaya Herrera se cobró la casa de una familia: una vivienda de madera que cedió ante un deslizamiento. La suerte fue que nadie sufrió heridas, aunque el susto permaneció.
Y en medio de ese estruendo líquido, los Bomberos de Medellín aún rastrean el paradero de un motociclista que, presuntamente, fue arrastrado por la corriente. Un recordatorio doloroso de lo frágil que puede ser la vida cuando la ciudad no logra domar sus quebradas ni garantizar la seguridad de sus habitantes.
Este último episodio refuerza una pregunta antigua: ¿podrá Medellín encontrar la fórmula para vivir en armonía con sus aguas y sus tierras? Mientras la tormenta pasa, el dolor y la incertidumbre se asientan, exigiendo no solo respuestas, sino acciones que no solo mitiguen emergencias, sino que prevengan futuras tragedias.


