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¿Digestión en jaque? La alimentación deficiente que aqueja a quienes cruzan los 60
Este julio de 2025, una nueva investigación sacude la tranquilidad de la comunidad científica y, sobre todo, de los adultos mayores que enfrentan un mal silencioso pero persistente: el estreñimiento. Publicado en la revista Nutrition & Health, el estudio vuelve a poner el foco sobre cómo los hábitos en la mesa inciden directamente en la salud digestiva de quienes tienen más de seis décadas de vida.
Los datos provienen de una colaboración global de expertos en nutrición y geriatría, quienes advierten que patrones dietarios con escasa fibra, excesos de ultraprocesados y una hidratación deficiente son las piezas clave que encajan en el complejo rompecabezas del estreñimiento crónico. La escena moderna, con sus alimentos empaquetados y olvidos en la hidratación, trastoca el equilibrio intestinal que muchas veces la edad ya había debilitado. “No basta con la edad para explicar este problema; la dieta juega un rol protagonista que no podemos ignorar”, señalan los especialistas.
Estas afecciones no son un dato aislado. Según reportes recientes de UCLA Health, aproximadamente cuatro de cada diez adultos mayores enfrentan alteraciones digestivas, como tránsito intestinal lento o acidez. Detrás de esta realidad está una doble causa: los propios cambios fisiológicos propios del envejecimiento que ralentizan los movimientos intestinales y, como agravante, dietas bajas en fibra y ricas en grasas saturadas y frituras. La lámpara de alerta parpadea sobre un público que a menudo ha resignado el cuidar su alimentación a medida que los años avanzan.
El doctor Michael Green, desde la Universidad de Nevada, aporta una voz experta que apunta a la prevención: “Es imperativo que quienes superen los 50 años modifiquen sus hábitos, incorporando fibra, vitaminas y proteínas magras para evitar complicaciones digestivas que minan la calidad de vida”. Su mensaje resuena especialmente ante la creciente experiencia de una población envejecida que debería encontrar en la nutrición una herramienta de cuidado, no un nuevo motivo de vulnerabilidad.
Ante este escenario, la pregunta que queda flotando es qué tan dispuesta está la sociedad, y las propias personas mayores, a repensar su relación con la comida. ¿Serán capaces de invertir esa marcha hacia un estreñimiento que deteriora más allá del cuerpo, afectando el bienestar integral? La ciencia señala el camino, pero el presente demanda acción. Porque, al final, en la mesa también se juega la dignidad del envejecimiento.