La zozobra internacional no comenzó el sábado únicamente por la reanudación de las actividades bélicas entre Israel y Palestina, miles de personas murieron también en Oriente Medio por otro tipo de causas. Un terremoto de 6.3 en la escala de magnitud ha dejado a, por lo menos, 2.500 personas sin vida desde el sábado por la mañana.
Debido a una seguidilla de réplicas, una gran cantidad de escombros y pocos equipos de maquinaria, las actividades de rescate de las personas que continúan atrapadas se han dificultado. Lo más probable, lamentablemente, es que el número de víctimas fatales ascienda cuando se logren coordinar más acciones.

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Herat, al noroeste del país liderado por los talibanes, fue la provincia más afectada por este movimiento sísmico, en la que habitan poco menos de 300.000 personas. Otras seis ciudades resultaron profundamente afectadas y se considera que este podría ser el terremoto más mortífero de Afganistán en décadas.
Este mismo lunes han continuado las réplicas, entre las que se han llegado a registrar sismos de entre 4.7 y 5.1 en la escala de magnitud. Varios países cercanos han enviado ayudas económicas y alimentarias para el auxilio de las víctimas que aún se mantienen con vida.
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De acuerdo con las Naciones Unidas, además de los miles de fallecimientos, otras más de 4.000 personas se encuentran heridas, y 1.400 más desplazadas de sus hogares. La intensidad de los daños se debió, en gran medida, a que las zonas rurales afectadas tenían sus casas construidas sobre todo con barro y madera.
Esta tragedia ocurrió apenas un mes después del también devastador terremoto de 6.8 en Marrakech, Marruecos, que acabó con la vida de más de 3.000 personas y cuyos rescates duraron días en malas condiciones.