¿Golpe de Estado en Colombia?
Este viernes 23 de mayo de 2025, en Bogotá, un choque público sacude la política colombiana. El presidente Gustavo Petro respondió con vehemencia a las graves acusaciones de César Gaviria, exmandatario y líder del Partido Liberal, quien advirtió sobre la posibilidad de desconocer la autoridad presidencial si el Gobierno insiste en promover una “constitución paralela” a la vigente de 1991.
El desencuentro surgió tras una carta pública de Gaviria, donde acusaba al Ejecutivo de actuar fuera del marco constitucional al buscar aprobar reformas a través de una nueva consulta popular, luego de que el Senado negara la iniciativa original sobre la reforma laboral. En sus palabras, “Si insiste en imponernos una Constitución paralela a la de 1991, nos veremos en la obligación de desconocer su autoridad como jefe del Estado”.
Ante esta amenaza, Petro no tardó en responder desde su cuenta oficial en X, calificando la advertencia como un intento de golpe de Estado: “Me amenaza a mí, el presidente elegido por el voto popular, con un golpe de Estado. Veremos si el pueblo me deja solo o responde como toca responder a la sedición antidemocrática”. Además, el mandatario denunció que Gaviria incita a la “sedición contra el gobierno del cambio”, evocando episodios históricos en que sectores políticos intentaron frenar reformas sociales decisivas en Colombia.
En su defensa, Petro desmontó las críticas presentadas, recordando que durante el gobierno de Gaviria en los años 90 se aprobaron artículos transitorios que, según su interpretación, dieron pie a una privatización masiva de servicios públicos y a lo que denominó una “Constitución paralela” orientada a favorecer intereses alejados de la mayoría ciudadana.
Este intercambio intenso no solo refleja una pugna política sino que pone sobre la mesa una pregunta abierta: ¿está en riesgo la estabilidad democrática del país y el respeto a la institucionalidad? Mientras tanto, la ciudadanía observa con preocupación cómo las tensiones entre tradición y cambio profundizan un vacío de confianza en la clase política. ¿Podrá Colombia avanzar sin que estas disputas erosionen el frágil equilibrio democrático?
