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[Vicaria, la sombra que crece]
Este jueves 31 de octubre de 2025, en Medellín, la ciudad despertó ante un desafío que se vuelve cada vez más oscuro y complejo: la violencia vicaria. En el Instituto Tecnológico Metropolitano (ITM), la Secretaría de las Mujeres convocó a más de 30 entidades e instituciones para enfrentar juntas esta herida profunda que golpea a mujeres a través del sufrimiento impuesto a sus hijos e hijas.
La violencia vicaria no es un delito reconocido oficialmente, pero se siente con la crudeza de un corte profundo. En 2024, se registraron 22 casos de atención urgente y, en apenas diez meses de 2025, esa cifra se ha duplicado, alcanzando 47. No solo es un número, es un indicio alarmante de cómo esta agresión se expande silenciosa y letal, a menudo camuflada bajo la etiqueta genérica de violencia intrafamiliar.
Valeria Molina Gómez, secretaria de la Secretaría de las Mujeres, no disimuló el dolor y la urgencia del momento. “Es una forma de control y dominación hacia las mujeres —dijo— que no solo lastima sus vidas, sino también las de sus hijos e hijas. Nuestra respuesta debe ser integral, humana y articulada, porque solo así lograremos protegerlas con la fuerza que la institucionalidad puede ofrecer”.
En ese Consejo de Seguridad Pública para las Mujeres, donde convergieron Fiscalía, ICBF, Policía Metropolitana y diversas organizaciones sociales, surgió la evidencia clara y urgente: la violencia vicaria desborda los límites del hogar y exige una respuesta que cruce sectores, que no se quede en buenos deseos sino en una acción real y efectiva.
Sin un marco legal propio, esta forma de violencia queda atrapada en la burocracia y la confusión. Es un vacío que dificulta la justicia y la prevención, un terreno de impunidad que pone en riesgo a madres e hijos. La pregunta que queda en el aire es cómo lograr que las leyes acompañen la realidad palpable, cómo transformar el dolor en protección y el miedo en esperanza.
Mientras la cifra crece y los testimonios se acumulan, Medellín intenta no mirar hacia otro lado. Porque detrás de cada dato, hay vidas que merecen una defensa sin pausas ni dilaciones. ¿Podrá la ciudad, con su esfuerzo colectivo, dar la respuesta que esta violencia vicaria demanda? La lucha apenas comienza.


