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MENOS PANTALLAS, MÁS INFANCIA: ¿CÓMO PROTEGER A LOS NIÑOS EN LA ERA DIGITAL?
El ruido constante de notificaciones no debería opacar la risa y el juego.
En la madrugada del siglo XXI, en ciudades y campos de Colombia y el mundo, los niños crecen envueltos en pantallas que atraen su atención desde edades cada vez más tempranas. La Organización Mundial de la Salud y la Academia Americana de Pediatría han fijado límites claros: menos de una hora diaria frente a dispositivos electrónicos para menores entre 2 y 5 años, promoviendo en cambio el juego activo y la interacción familiar como bases del desarrollo saludable.
Este marco de recomendaciones surge en medio de una realidad donde el acceso a la tecnología es imparable y los padres se enfrentan al dilema de cómo gestionar ese vínculo digital sin renunciar a los beneficios que trae la innovación. Vanessa Caba, psicóloga y especialista en ciberpsicología, advierte que la desconexión no es mera restricción: es un acto protector del bienestar físico y emocional de los niños, que además refuerza los vínculos familiares y estimula la creatividad.
El método «Appstinencia», desarrollado en la Universidad de Harvard, propone un camino gradual para reducir la dependencia tecnológica: desde limitar el acceso y apagar notificaciones, hasta la eliminación paulatina de aplicaciones y la eventual desvinculación de redes sociales. Este proceso —que puede tomarse meses— ya es adoptado por cada vez más familias que buscan retomar el control sobre su tiempo y relaciones.
Las vacaciones escolares, pese a ser un momento crítico donde la rutina se diluye, son también una oportunidad para romper el ciclo de pantallas. Los expertos llaman a aprovechar estos períodos para fomentar la conexión con la naturaleza, la exploración creativa y la convivencia libre de dispositivos, cimentando así hábitos que perduren más allá del periodo estival.
Pero queda una pregunta abierta: ¿cómo lograr este delicado equilibrio en un mundo que avanza hacia la hiperconectividad? La respuesta parece estar en la regulación consciente, el ejemplo diario de los adultos y –sobre todo– en entender que menos pantallas pueden significar mucho más infancia, más descubrimiento y más humanidad.
Mientras tanto, la sociedad observa atenta la transformación de sus patrones cotidianos y espera que las nuevas generaciones vivan una infancia rica, compleja y protegida frente al exceso digital.