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¿Ríos que matan sin aviso?
Una sombra se posó este miércoles 10 de septiembre de 2025 sobre el Meta. La corriente despiadada de un río, engullida por la lluvia persistente, cobró cuatro vidas, tres de ellas infantiles, dejando un vacío doloroso en una comunidad rural. En un instante, la fuerza de la naturaleza recordó su poder letal, y la fragilidad de aquellos que habitan junto a sus cauces.
El escenario fue una zona apartada del Meta, donde el aumento súbito del caudal de un afluente sorprendió a una familia que estaba junto a la orilla. Tres niños y un adulto fueron arrastrados por la corriente furiosa. Los equipos de rescate llegaron con prontitud, pero solo lograron recuperar los cuerpos horas más tarde, cuando el río ya había cedido terreno, dejando solo silencio y desconsuelo.
Detrás de la tragedia, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres señaló la dificultad para anticipar eventos como este. Las lluvias intensas, unidas a la ausencia de sistemas efectivos de alerta temprana, fueron el cóctel fatal. Es un llamado urgente: el cambio climático intensifica estos episodios, especialmente en regiones como el Meta, donde las comunidades ribereñas están expuestas sin la protección suficiente.
La gobernación local decretó duelo oficial y prometió reforzar los planes de contingencia y la vigilancia fluvial durante la temporada de lluvias. Pero, ¿bastará? Mientras tanto, voces expertas, como las del Instituto Nacional de Salud, advierten sobre la vulnerabilidad particular de la niñez frente a desastres naturales, una realidad que ha cobrado más vidas con el devenir de los años en Colombia.
La corriente se llevó a cuatro inocentes, pero también arrastró hacia la superficie una pregunta incómoda: ¿qué hará el Estado para proteger a los más frágiles de una naturaleza cada vez más impredecible? El Meta llora hoy, pero también espera que esta tragedia no sea solo un número más en la estadística, sino el punto de partida para un cambio real.