📸 Imagen cortesía: Claudia Sheinbaum. Imagen de referencia
¿Justicia para B-King y DJ Regio Clown?
Un eco de silencio y dolor resuena desde Cocotitlán.
Ciudad de México, 23 de septiembre de 2025. Dos voces silenciosas, dos artistas colombianos, Bayron Sánchez Salazar, mejor conocido como B-King, y Jorge Luis Herrera, alias DJ Regio Clown, fueron encontrados asesinados en un paraje de Cocotitlán, Estado de México, a más de 50 kilómetros de donde se les vio por última vez. El hallazgo sacudió al gremio artístico y tensó la cuerda de la seguridad en México, poniendo en jaque a las autoridades.
La última vez que los músicos, de 31 y 35 años respectivamente, aparecieron en público fue la noche del domingo 14 de septiembre, en un evento llamado Independence Day, realizado en una discoteca sobre Insurgentes Sur, alcaldía Álvaro Obregón, Ciudad de México. Desde el 16 de septiembre comenzaron las denuncias de desaparición por parte de amigos y familiares y, tras una búsqueda angustiosa, sus cuerpos fueron localizados apenas un día después, el 17 de septiembre, en un terreno alejado, marcado por la violencia que escapa a la luz de la ciudad.
Ante la conmoción, la Secretaría de Relaciones Exteriores de México expresó su pesar y aseguró que se realizará «una investigación exhaustiva» para esclarecer los hechos, mientras la comunicación entre las cancillerías de México y Colombia busca mantener vivo el compromiso de justicia y verdad. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿cómo pudieron caer estos artistas en manos de una violencia que sigue tejiendo su sombra entre fronteras y escenarios?
Desde Colombia, el presidente Gustavo Petro no tardó en condenar el crimen, señalando que esta tragedia está enraizada en la problemática del narcotráfico internacional y la «guerra contra las drogas», que ha fortalecido a las mafias en la región. En respuesta, el gabinete de seguridad federal y la fiscalía local mexicanas prometieron acelerar las indagatorias en medio de una presión creciente y una indignación que trasciende géneros y nacionales.
Este doble homicidio deja una herida abierta en el tejido cultural y social. Más allá de la pérdida humana, plantea una reflexión inquietante: ¿podrá México garantizar la seguridad no solo de sus ciudadanos, sino también de quienes cruzan sus fronteras para compartir arte y vida? La justicia, una vez más, enfrenta el reto de avanzar entre sombras que parecen alargarse.
Mientras tanto, en las calles de Cocotitlán y en las ciudades donde resonó su música, queda la pregunta suspendida en el aire: ¿qué precio pagamos por el silencio de los ausentes?