📸 Imagen cortesía D.R.A
¿Menores en la mira?
Este jueves 13 de noviembre de 2025, en el corazón de Bogotá, el ministro de Defensa de Colombia, Pedro Sánchez, enfrentó las dudas y preocupaciones que emergen tras las recientes operaciones militares autorizadas por el presidente Gustavo Petro. Estas intervenciones, contra el Estado Mayor Central (EMC) en Guaviare y Arauca, dejaron al menos 19 presuntos combatientes muertos, y una sombra de inquietud por la presunta presencia de menores de edad entre ellos.
Los bombardeos, dirigidos especialmente contra alias ‘Antonio Medina’, lugarteniente de las disidencias de las FARC bajo Iván Mordisco, no solo sacudieron los territorios afectados sino también el debate público sobre la ética y la legalidad en tiempos de conflicto. “Lo que mata no es la edad, es el arma en sí”, afirmó Sánchez, en una declaración que no disimula la crudeza del enfrentamiento, pero que busca reforzar que el objetivo principal son las estructuras criminales, no las personas vulnerables.
Ante las acusaciones, el ministro no esquivó la responsabilidad: será el Instituto Nacional de Medicina Legal el encargado de confirmar la identidad, edad y sexo de los combatientes fallecidos. En caso de que se confirme la presencia de menores, la carga de la culpa “recaerá exclusivamente en los grupos armados ilegales que continúan reclutando niños y adolescentes”, advirtió Sánchez, condenando ese reclutamiento forzado como un crimen de lesa humanidad que debe ser denunciado sin ambages.
Durante la rueda de prensa, el funcionario subrayó que las Fuerzas Militares han actuado bajo estrictos protocolos de Derecho Internacional Humanitario, intentando proteger a la población civil en medio de la crueldad de la guerra interna. Sin embargo, sus palabras abren una ventana a la dolorosa complejidad del conflicto: ¿cómo equilibrar la lucha contra grupos armados cuando en sus filas puede haber niños, víctimas y victimarios a la vez?
Mientras las autoridades examinan los cuerpos y cribas legales y morales, la sociedad colombiana queda con la pregunta abierta: ¿cómo avanzar hacia la paz en medio de un conflicto que sigue erosionando la infancia y sembrando incertidumbre? ¿Podrá la justicia desentrañar esta red de responsabilidades sin dilaciones ni sombras? El drama continúa, y con él, la urgencia de respuestas claras y humanas.


