Niño de 11 años es asesinado mientras jugaba ‘ring ring corre corre’ en Houston

📸 Cortesía: Pexels
¿Infancia a tiro de timbre?

La noche del sábado 30 de agosto de 2025 en Houston, Texas, un juego infantil terminó en tragedia. Un niño de apenas 11 años perdió la vida tras recibir un disparo por parte de un vecino mientras jugaba “ring ring corre corre”, un juego diseñado para la risa y el escape, no para el terror.

Según las autoridades policiales, cerca de las 11:00 p.m., el menor -identidad resguardada por tratarse de un niño- junto a algunos amigos tocó el timbre de una casa en el 9700 de la calle Mimbrough y salió corriendo, como dicta la tradición del juego también conocido como “Ding Dong Ditch”. Fue en ese instante cuando el propietario de la vivienda, luego identificado y arrestado, abrió fuego contra el grupo, impactando al niño. Este fue trasladado en estado crítico a un hospital cercano, donde murió horas más tarde. La teniente Khan de la policía de Houston confirmó que el disparo provino directamente desde la casa, mientras los pequeños corrían en medio del juego.

Este episodio, más que una noticia aislada, pone sobre la mesa una vez más un tema crucial y doloroso en Estados Unidos: la seguridad infantil y el fácil acceso a armas de fuego. Las preguntas retumban con fuerza: ¿por qué un juego tan inocente puede convertirse en un episodio fatal? ¿Qué señales advierten sobre la desesperación o miedo que lleva a un adulto a responder con violencia? ¿Cómo se protege a los niños en un contexto donde la amenaza puede estar a la vuelta de la esquina?

El agresor permanece bajo custodia mientras las investigaciones avanzan, pero la comunidad aún no conoce su identidad ni los cargos que enfrentará. Sin embargo, la consternación trasciende lo judicial. En redes sociales y organizaciones defensoras de políticas de control de armas, la tragedia se interpreta como un símbolo del peligro latente que amenaza la infancia cuando la convivencia se arma de desconfianza y temor.

Mientras tanto, Houston llora la pérdida de un niño cuyo único “delito” fue tocar un timbre y correr. A partir de esta esquina del mundo, la sociedad estadounidense debe preguntarse: ¿qué futuro le deja a sus niños si la risa del juego se apaga a tiros? ¿Podrá esta herida abrir paso a una reflexión profunda o seguirá dejando víctimas inocentes? El dolor permanece, como la noche en que un timbre sonó y trajo el silencio eterno.

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