Presidente del senado a congresistas del país.
La carta enviada por el presidente del Senado, Efraín Cepeda Sarabia, a todos los congresistas del país, es más que un llamado a la unidad institucional: es una declaración de ruptura. En tono firme, casi desafiante, Cepeda posiciona al Congreso como el último bastión frente a lo que describe como una ofensiva coordinada contra los poderes públicos, en la que menciona símbolos de guerra, amenazas de revocatorias, y ataques directos al Poder Judicial y a la prensa libre.
En su mensaje, el senador conservador advierte que “la voluntad popular no se somete” y que el Congreso no será “apéndice de otro poder”, en lo que parece una crítica directa a las intenciones del Ejecutivo de ejercer presión sobre el Legislativo en medio del creciente desgaste de la “paz total” y las fricciones por reformas que aún no avanzan. Su mención explícita a la “mafia, el paramilitarismo y la guerrilla” también busca marcar una frontera clara entre el Congreso y cualquier actor ilegal que pretenda influir en la política.
La carta también sirve como respuesta simbólica a la narrativa oficialista que acusa al Congreso de frenar las reformas del cambio. Cepeda busca blindar al Legislativo, dotándolo de una legitimidad basada en la resistencia institucional, y no en alianzas coyunturales. La frase “este Congreso se enfrenta con ideas, no con la fuerza” muestra una voluntad de confrontar el momento político actual desde el terreno de la legalidad y el discurso democrático.
Este pronunciamiento eleva el tono en un contexto de creciente polarización, con un Gobierno que cada vez tensiona más su relación con la oposición, la justicia y los medios. La carta de Cepeda no solo defiende al Congreso: lo erige como contrapeso directo al poder presidencial. Un movimiento arriesgado, pero también estratégico, que lo posiciona como referente en un Senado donde la mayoría aún se reacomoda frente al incierto mapa del poder.
