Nueva masacre en Bolívar: señalan al ELN

📸 Imagen cortesía: Imagen de referencia. Creada con IA
¿Minas que sangran?

Este martes 4 de noviembre de 2025, la tranquilidad en la vereda El Jardín, municipio de San Pablo, sur de Bolívar, se quebró con violencia. Cinco trabajadores mineros fueron brutalmente asesinados en un ataque armado que, según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), apunta al Ejército de Liberación Nacional (ELN) como responsable.

La escena fue de terror: hombres armados irrumpieron en una mina de oro, disparando con saña indiscriminada contra los mineros que trabajaban. Tres de las víctimas han sido identificadas preliminarmente como Carlos Alberto Castro, Luis Guillermo Méndez y José Estiben Campuzano. Los nombres de las otras dos permanecen en la sombra, mientras la comunidad intenta asimilar la tragedia. La violencia no solo cobró vidas; destruyó maquinaria vital para la actividad minera y forzó a decenas de familias a huir, dejando tras de sí un vacío cargado de miedo.

Este episodio se inserta en un conflicto que no cesa: la lucha armada entre el ELN, el Clan del Golfo y bandas locales por el control de lucrativas minas de oro y los corredores estratégicos de la Serranía de San Lucas. Una pugna que, año tras año, arrastra consigo a trabajadores y comunidades indefensas, atrapadas entre territorios en disputa. Indepaz ya ha contabilizado esta masacre como la número 68 en Colombia durante 2025, una cifra que revela, más que un dato, una dolorosa realidad.

Las heridas no solo quedaron en el campo. Testimonios recogen que algunos heridos fueron trasladados a centros asistenciales donde, lamentablemente, algunos no sobrevivieron. Entre las víctimas también se cuenta un menor de edad, una sombra más que acrecienta el drama humano. La incertidumbre y el miedo se adueñan de El Jardín, mientras las familias pellejan una esperanza cada vez más difusa.

Ante la tragedia, la Primera División del Ejército Nacional desplegó tropas en San Pablo, buscando restablecer el orden y esclarecer los hechos. Pero la comunidad sabe que la presencia militar, aunque necesaria, no ha logrado frenar la escalada de violencia en la región. La minería, fuente de vida y sustento, se convierte así en un escenario de muerte, un reflejo de las grietas abiertas en el tejido social colombiano.

El 4 de noviembre quedará marcado en la memoria de San Pablo como un día en que el conflicto volvió a cobrar su tributo más triste. ¿Podrá alguna vez la paz abrirse paso entre tanto ruido de pólvora y sangre en el sur de Bolívar? Por ahora, el eco de los disparos todavía retumba en las montañas, y el temor se instala donde debería latir la esperanza.

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