Nueva materia obligatoria en Colombia desde preescolar hasta el grado 11

📸 Cortesía: Imagen creada con IA
¿Educación para sentir, para vivir?

Desde el segundo semestre de 2025, millones de niños y jóvenes colombianos llevarán en sus mochilas un nuevo compañero de aula: la Cátedra de Educación Emocional. Esta asignatura obligatoria llegará a colegios públicos y privados, desde preescolar hasta grado 11, buscando responder a una crisis silenciosa que crece en las sombras de las aulas y hogares del país.

La aprobación final del proyecto de ley en el Congreso de la República fue apenas un paso más en un camino largo y urgente. Solo la firma presidencial separa este mandato de convertirse en norma. ¿La razón? Los alarmantes datos que revelan un deterioro constante en la salud mental de niños y adolescentes colombianos. Según UNICEF, cerca del 45% de los menores entre 6 y 24 años sufren afectaciones emocionales, cifras que invitan a reflexionar sobre el deber de intervenir desde temprano, desde la escuela misma.

Impulsada por un grupo de senadores comprometidos —Mauricio Gómez Amín, Diela Liliana Benavides, José Alfredo Gnecco, Antonio Zabaraín y Liliana Bitar— la cátedra pretende ser más que una materia. “Buscamos dotar a las instituciones educativas de herramientas claras para prevenir la violencia escolar, erradicar el acoso y sembrar una auténtica cultura de paz”, afirma Antonio Zabaraín. ¿Un desafío ambicioso? Sin duda, pero necesario.

La Cátedra de Educación Emocional no es un programa genérico. La propuesta se adapta a las etapas de desarrollo de la infancia y adolescencia. En los primeros años, el enfoque estará en construir identidad, autoestima y empatía, aprendiendo a expresar y manejar emociones básicas. En secundaria, la materia asume un papel crucial frente a problemas más complejos: adicciones, violencia intrafamiliar, acoso escolar, embarazo no deseado, ideas suicidas e incluso deserción escolar.

¿Cómo lograrlo? Formando competencias para comprender y autorregular las emociones, fomentar vínculos saludables y tomar decisiones responsables ante las incertidumbres de la vida joven. La escuela se transforma así en un espacio que no solo enseña números y letras, sino que acompaña el corazón de quienes construirán el futuro.

Sin embargo, la pregunta latente es inevitable: ¿podrán las escuelas colombianas, con sus carencias estructurales, responder a este mandato con calidad y compromiso? La salud emocional tiene urgencia, pero también exige compromiso real, capacitación docente y recursos suficientes.

A partir del año entrante, Colombia transitará hacia una educación más humana, quizás más necesaria que nunca. La nación observa con atención y espera que, esta vez, el aprendizaje vaya más allá del aula: que pueda tocar el alma y transformar vidas. ¿Será esta cátedra parte de la solución, o quedará atrapada en los muros burocráticos? El tiempo, y los corazones de la infancia, lo dirán.

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