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¿Inspecciones a la sombra del conflicto?
Este viernes 4 de julio de 2025, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) retiró a su equipo de inspectores de Irán, marcando un nuevo capítulo en la creciente tensión en torno al programa nuclear iraní.
El grupo de expertos, que se encontraba en Teherán, retornó a la sede central en Viena tras la suspensión formal de la cooperación por parte de Irán. La raíz de esta decisión fue la negativa de las autoridades iraníes a permitir el acceso a varios sitios nucleares, afectados por recientes bombardeos aéreos israelíes y estadounidenses ocurridos en junio, una situación sin precedentes que deja en jaque la transparencia internacional sobre el programa atómico iraní.
Este giro dramático se originó tras la promulgación, por el Parlamento iraní el 25 de junio, de una ley que prohíbe inspecciones extranjeras mientras no se garantice la seguridad de sus instalaciones nucleares, medida que el gobierno justifica en respuesta a lo que considera una agresión exterior. Un desvío que pone en evidencia el profundo desgaste en la confianza mutua entre Teherán y el organismo internacional establecido para velar por la no proliferación nuclear.

Los días previos fueron tensos. El 31 de mayo, el OIEA emitió un informe crítico que señalaba a Irán por presuntos incumplimientos a sus obligaciones internacionales. En consecuencia, el Consejo de Gobernadores del OIEA aprobó una resolución condenatoria, hecho que el gobierno iraní interpretó como un amparo a las operaciones militares en su contra. Rafael Grossi, director general del OIEA, no ha dejado de llamar a reactivar el diálogo urgente, subrayando la necesidad de reanudar cuanto antes la supervisión internacional para evitar un vacío de información que podría erosionar aún más la estabilidad regional.
Masoud Pezeshkian, presidente iraní, fue claro al ordenar la aplicación de la ley que suspende toda colaboración con el OIEA, bajo la premisa innegociable de la seguridad total de los sitios nucleares. Sin embargo, esta postura provoca un vacío inquietante: ¿cómo puede la comunidad internacional garantizar que Irán no desvía su programa hacia fines militares sin acceso a sus instalaciones? ¿Y qué implicaciones tendrá esta nueva etapa para la paz en Medio Oriente y para el fragile equilibrio geopolítico vigente?
Mientras tanto, el escenario nuclear en Irán permanece en tensión, con la incógnita sobre si el diálogo será suficiente para reconstruir puentes y evitar que la desconfianza se traduzca en un conflicto abierto. La retirada del OIEA no sólo despeja una interrogante sobre la situación actual sino que abre la puerta a muchas otras: ¿podrá la verificación internacional sobrevivir a la sombra de los ataques y la desconfianza? ¿O estamos ante un punto de no retorno?