ALERTA GLOBAL: AVANCES Y SOMBRAS EN LA GUERRA CONTRA EL TABACO
Silenciosa pero letal, la epidemia del tabaco sigue cobrando vidas.
Este 25 de junio de 2025, en Dublín, la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó su más reciente Informe MPOWER 2025, un mapa que traza los éxitos y pendientes en la batalla mundial contra el tabaquismo.
El informe revela que más de 6.100 millones de personas —casi tres cuartas partes de la población mundial— cuentan hoy con alguna medida efectiva de control del tabaco, una cifra que creció exponencialmente desde 2007, cuando apenas un billón disfrutaba de esta protección. ¿Cómo se logró este cambio? Por medio de las políticas incluidas en el plan MPOWER, que abarcan desde advertencias gráficas en los paquetes, espacios libres de humo, prohibición total de publicidad y patrocinio, hasta incrementos en los impuestos sobre el tabaco.
En este escenario, 155 países han adoptado al menos una de estas medidas. De manera destacada, Brasil, Mauricio, Países Bajos y Türkiye han aplicado la totalidad del paquete, mostrando que otra manera de combatir esta epidemia es posible. A la sombra de estos líderes, México, España y otros cinco países están cerca de alcanzar el control máximo del tabaco.
Pero no todo es avance: la OMS advierte que en países de bajos y medianos ingresos se mantienen importantes rezagos que erosionan la lucha. En cuarenta naciones ni una sola medida significativa se ha implementado, y más de treinta permiten la venta de cigarrillos sin advertencias sanitarias obligatorias. En el corazón de este retraso, la influencia de la industria tabacalera emerge como una sombra que obstaculiza leyes, especialmente en regiones con legislaciones débiles y alta vulnerabilidad social.
¿Qué significa entonces este informe? Más allá de celebrar los avances, muestra un escenario desigual donde millones aún están en riesgo, y donde la lucha contra el tabaco es también un pulso entre salud pública y poder corporativo. Con más de 8 millones de muertes anuales provocadas por este flagelo, la pregunta que queda flotando es inevitable: ¿podrán las políticas globales cerrar estas brechas y avanzar hacia un mundo sin humo?
