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¿Ejecuciones o defensa? La ONU y EE.UU. en choque por ataques en el mar
Un eco de muerte en alta mar.
El viernes 31 de octubre de 2025, la Organización de las Naciones Unidas lanzó una acusación punzante contra Estados Unidos: ejecuciones extrajudiciales en aguas del Caribe y el Pacífico. Cifras oficiales estadounidenses contabilizan al menos 61 muertos desde septiembre, resultado de ataques armados a embarcaciones sospechosas de traficar drogas. La ONU exige el cese inmediato de estas operaciones, mientras Washington se afianza en su defensa hemisférica y lucha antidrogas.
Desde comienzos de septiembre, las fuerzas armadas estadounidenses protagonizan una cadena de bombardeos —al menos 14 hasta fin de octubre— contra navíos que, según Washington, forman parte del entramado del narcotráfico. El 2 de septiembre marcó el primer ataque, contra una embarcación vinculada al Tren de Aragua, una organización criminal venezolana. En total, más de 60 vidas se han perdido; la mayoría señaladas como narcotraficantes, aunque en algunos casos, familiares alzan su voz para denunciar que eran simples pescadores incautados en medio de la vorágine.
Volker Türk, Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, arrojó una mirada crítica y dolorosa sobre este escenario: “La fuerza letal solo cabe como último recurso y ante amenazas inmediatas a la vida. Hasta ahora, no hay indicios de que alguno de los tripulantes haya representado tal peligro.” En su opinión, estas acciones “no encuentran justificación en el derecho internacional”, lo que abre un vacío inquietante entre soberanía, seguridad y derechos humanos.
Ravina Shamdasani, portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, recordó con firmeza que la lucha antidrogas debe deslindarse de la violencia militar y ser abordada con métodos policiales y judiciales, respetando la vida y la ley. Mientras tanto, Estados Unidos sostiene que estas tácticas son pieza clave de una política hemisférica, una batalla que dibuja fronteras difusas entre la defensa legítima y la tragedia.
Esta confrontación en las aguas cálidas de América refleja un problema mayor: ¿cuánto puede erosionarse la confianza entre seguridad y derecho sin devorar vidas inocentes? Las preguntas permanecen flotando, como barcos en la tormenta, en esta turbulenta encrucijada hemisférica. ¿Será posible hallar un horizonte que salve el derecho internacional y, sobre todo, la humanidad?


