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[¿Dengue en aumento? La sombra del mosquito se extiende en Panamá]
Este martes 23 de julio de 2025, la capital panameña y otras provincias sienten el peso de una crisis sanitaria que va más allá de los números oficiales. En barrios densamente poblados y vulnerables, el insecto Aedes aegypti no solo multiplica su presencia, sino también las tragedias personales que provoca.
Las autoridades de salud de Panamá han intensificado desde temprano operativos de fumigación —esfuerzos que buscan frenar la propagación del dengue, una enfermedad que en lo que va de año ya suma 7,196 casos confirmados y 13 muertos, cifras que baten récords históricos para el país. Las zonas más afectadas incluyen la capital, Panamá Oeste, Chiriquí y Bocas del Toro, donde las condiciones socioeconómicas y la acumulación de agua en recipientes son caldo de cultivo para el mosquito transmisor. El Ministerio de Salud (MINSA) dirige estas brigadas en los “frentes más vulnerables”, mientras redobla campañas educativas para que los pobladores se conviertan en vigilantes de sus hogares, eliminando criaderos y apostando por barreras físicas y repelentes.

La situación se agrava, advierten los expertos del MINSA, por la circulación de serotipos agresivos del virus, especialmente DEN-3 y DEN-4, capaces de desencadenar formas graves de la enfermedad. De los infectados, más de 750 mostraron signos de alerta, 66 desarrollaron dengue grave, y 667 requirieron hospitalización, un panorama que expone la fragilidad del sistema sanitario ante esta amenaza que se manifiesta con fiebre, dolor intenso y, en casos críticos, hemorragias.
Pero este brote no es solo una cuestión epidemiológica; habla de las desigualdades que persisten en el acceso a agua potable, saneamiento y servicios de salud eficientes. La acumulación del mosquito es síntoma y consecuencia de un déficit social que atraviesa las comunidades afectadas.
Mientras el humo de las fumigaciones se eleva sobre los techos de barrios y corregimientos, la pregunta sigue abierta: ¿lograrán estas medidas contener un enemigo que es, en esencia, producto de la vulnerabilidad humana? La ciudadanía observa con esperanza y con inquietud, consciente de que la batalla contra el dengue es también un llamado urgente a cerrar brechas que, hasta ahora, han favorecido la propagación silenciosa de este virus.
¿Será este año el punto de inflexión para que Panamá no solo controle el mosquito, sino también las desigualdades que permiten que vuelva a anidar? La respuesta aún está en el aire, al igual que el zumbido de un mosquito que no cede.