Petro abre mesa con Clan del Golfo

📸 Imagen cortesía: Alta Consejería
¿Paz a miles de kilómetros?

Este 18 de septiembre de 2025, en la neutral Doha, Catar, Colombia presenció un capítulo inaudito en su historia reciente: la primera ronda formal de diálogo entre el gobierno de Gustavo Petro y el Clan del Golfo, la estructura criminal más grande y temida del país.

Entre el 14 y el 18 de septiembre, bajo un velo de confidencialidad y con el sol implacable de Catar como testigo distante, se sentaron en la mesa seis cabezas del Clan, incluido su máximo líder, Jobanis de Jesús Ávila, alias “Chiquito Malo”. Frente a ellos, la delegación gubernamental encabezada por Álvaro Jiménez, junto con Armando Wouriyu y Víctor Negrete Barrera. El proceso contó con la mediación del Estado catarí, representado por el ministro de Asuntos Exteriores Mohammed bin Abdulaziz bin Saleh Al Khulaifi, quien confirmó el apoyo diplomático indispensable para este rumbo incierto.

Este diálogo es la culminación de encuentros exploratorios previos, que se decidieron levantar lejos del suelo colombiano. La elección de Catar responde a criterios de seguridad y a la intención de replicar experiencias internacionales exitosas de negociación con actores armados. Sin embargo, la polémica no tardó en surgir: ¿es legítimo negociar fuera del país con un grupo catalogado en su mayoría como narcotraficante y no como actor político? Esta cuestión atraviesa el debate público, mientras la política de “paz total” del gobierno busca el sometimiento, desarme y reintegración de un enemigo que simboliza décadas de violencia e inseguridad.

La incertidumbre persiste. La mesa instalada en Doha es un signo de voluntad, pero también un recordatorio del vacío de confianza en las instituciones colombianas y en los mecanismos de justicia ordinaria. ¿Podrá este esfuerzo internacional ser el preludio de un cambio verdadero, o será simplemente otra promesa que se disuelve entre sombras y balances de poder?

Mientras tanto, la sociedad colombiana observa con mezcla de esperanza y escepticismo. A miles de kilómetros, se gestan las negociaciones que podrían definir el rumbo de la paz, pero también la fragilidad de la reconciliación en un país marcado por cicatrices profundas. ¿Será esta “paz total” posible? Solo el tiempo, y la voluntad de todos los actores, lo dirán.

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