📸 Cortesía: Alcaldía de Medellín
¿Tráfico bajo control o incomodidad cotidiana?
Este viernes 24 de octubre, Medellín y el Valle de Aburrá se despertaron bajo la sombra ineludible del pico y placa. Una medida que vuelve a apretar su cinturón, esta vez afectando a los vehículos particulares con placas terminadas en 3 y 4, y a las motocicletas de dos y cuatro tiempos cuyos números coinciden. No quedaron exentos los taxis con placas terminadas en 6, sometidos también a la restricción.
Desde las 5 de la mañana y hasta las 8 de la noche, las calles se rigen bajo esta norma diseñada no solo para calmar el tráfico que agobia día a día a la región, sino también para combatir la contaminación que respiran sus habitantes. La Secretaría de Movilidad de Medellín recuerda que el incumplimiento no es una simple infracción: conlleva multas económicas, la inmovilización del vehículo y la pérdida de puntos en la licencia.
Sin embargo, esta lucha contra la congestión procura no ser absoluta ni ciega. Vías como el Sistema de Vías del Río, la Avenida Las Palmas, el corredor de la quebrada La Iguaná y ciertos tramos de la Autopista Sur quedaron exentos, manteniendo abiertas arterias vitales para la circulación.
Este mecanismo no es nuevo ni improvisado; su rotación semanal busca compartir la carga entre todos los conductores, siguiendo un esquema previsto para el segundo semestre de 2025. Así, se pretende no solo ordenar la movilidad, sino equilibrarla y evitar que alguien sienta que el peso recae siempre sobre sus ruedas.
Pero queda la pregunta: ¿es esta medida una foto clara del progreso en la movilidad o solo un parche más para un sistema que sigue mostrando grietas? Mientras los vehículos se ajustan a los números finales de sus placas, la ciudad sigue preguntándose si el pico y placa podrá alguna vez ir más allá de limitar días y horarios para reorganizar un entramado que clama por soluciones de fondo.


