Foto: Bundesregierung / Steffen Kugler
Hace una semana se cumplió un mes del ataque terrorista del grupo armado Hamás contra miles de civiles israelíes y extranjeros en la frontera de Israel con Gaza. Esta violación de un cese al fuego previo culminó en una respuesta contundente que, hasta ahora, ha dejado a más de 11 000 civiles palestinos muertos.
Los bombardeos constantes a objetivos como escuelas, templos religiosos, hospitales y la gran cantidad de civiles asesinados (sobre todo menores de edad) ha llevado a que tanto la Organización de las Naciones Unidas y diferentes países árabes, latinoamericanos y, últimamente, europeos, hayan adoptado posiciones más reservadas sobre Israel.
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Bélgica y Francia son dos de los últimos países de la Unión Europea que han solicitado a Israel detener los bombardeos en Gaza, pero, pese a esto, este país ha hecho caso omiso. Alemania, por su parte, ha sido uno de los países más indulgentes frente a este conjunto de actuaciones, aunque no tanto como Estados Unidos.
El papel de Alemania se ha destacado desde la permisividad, por lo que no ha entrado en tantas polémicas como el gigante norteamericano, pero ha ayudado a sostener algunas narrativas de la guerra que gran parte del mundo ya no comparte, con excepción del rechazo a los ataques terroristas de Hamás.
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Este martes, por ejemplo, el canciller alemán Olaf Scholz respondió a un comentario del presidente turco que catalogó a Israel como un país fascista. Scholz, por su parte, no solo aseguró que Israel es una democracia, sino que actúa “acorde a los derechos humanos y a la ley internacional” en su guerra contra Hamás.
“Israel tiene el derecho y el deber de defenderse. Las pausas humanitarias y la protección de los civiles son muy importantes”, destacó. Sin embargo, desde las Naciones Unidas se ha hecho el llamado a Israel de dejar de cometer crímenes de guerra y de lesa humanidad en Gaza, actos que están siendo investigados también por la Corte Penal Internacional en estos momentos.