Rechazo y solidaridad. Llueven reacciones por atentado a congresista

📸 Imagen cortesía: Captura de pantalla Julio César Triana
¡Por supuesto! Aquí tienes el texto reescrito en un estilo humano, reflexivo y crítico, al estilo de Andrea Sierra, manteniendo las preguntas clave del periodismo:

**¿Silencio bajo fuego?**

En la tarde del miércoles 13 de agosto de 2025, la carretera que une La Plata con Neiva se tiñó nuevamente de violencia. Julio César Triana, representante a la Cámara por Cambio Radical, fue blanco de un ataque a bala mientras se desplazaba en su vehículo blindado. Ocho impactos calibre grosor contradijeron la resistencia del blindaje, y, milagrosamente, Triana salió ileso. Pero el susto y la alarma recorrieron un país que vuelve a mirar con preocupación la escalada de violencia política en el Huila.

El atentado ocurre apenas horas después del funeral del senador Miguel Uribe Turbay, un ciudadano que logró sobrevivir un intento de asesinato en Bogotá y que, sin embargo, falleció este lunes tras dos meses en constante riesgo. Triana, por su parte, había hablado en voz alta desde mayo de 2024, denunciando las amenazas que pesaban sobre su vida. La principal voz de alerta provenía del frente Rodrigo Cadete, una disidencia activa de las FARC que declaró a Triana y a otros líderes políticos del Huila como objetivos militares. A pesar de estas advertencias, las medidas de protección por parte de la Unidad Nacional de Protección se mantuvieron insuficientes, desoyendo las recomendaciones policiales y el propio escalamiento de riesgo que anunciaba la amenaza inminente.

La respuesta institucional no se hizo esperar. El presidente Gustavo Petro ordenó el despliegue inmediato de un helicóptero para evacuar al congresista y movilizó al Ejército en combates directos contra el grupo armado responsable. A su vez, el ministro del Interior, Armando Benedetti, convocó de emergencia a las más altas autoridades de seguridad del país para diseñar un plan integral de protección a los candidatos al Congreso en medio de una violencia que ya no permite neutralidad ni demora.

“Condenamos sin reservas estos ataques que intentan callar la voz democrática”, declaró Libio García, presidente del Congreso, sumándose a un coro nacional que reclama garantías efectivas. Sin embargo, la pregunta persiste en el aire: si la amenaza era conocida y denunciada, ¿por qué los esfuerzos de protección se dilataron? ¿Cuántos más deberán enfrentarse a balas para que el Estado garantice una defensa real y duradera?

En un país donde la violencia parece expandirse como sombra inasible, la vida de quienes representan a la ciudadanía reposa en un frágil equilibrio. A partir de ahora, la vigilancia es necesaria pero insuficiente; se requiere una reflexión profunda sobre las condiciones políticas, sociales y de seguridad que prevalecen en el Huila y en toda Colombia.

¿Podrá la democracia sostenerse cuando quienes la personifican caminan entre disparos? Mientras tanto, el murmullo de la violencia continúa, y con él, la urgente necesidad de protección y justicia.

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