Este fin de semana, entre el viernes 21 y el sábado 22, la principal catedral ortodoxa de Ucrania fue derribada. La catedral, ubicada en la ciudad portuaria de Odesa, hace parte de los bienes culturales que alberga la región y que la Unesco declaró Patrimonio Cultural material de la Humanidad en enero de este año. Estas actuaciones, provenientes de Rusia, constituyen crímenes de guerra.
De acuerdo con las autoridades ucranianas, esta es apenas una de las tantas veces que Rusia ataca a poblaciones civiles y no militares, como el Gobierno de Putin suele mencionar, solo que esta vez contó con el atenuante de haber sido un ataque dirigido a un centro cultural. “No puede haber excusa para la maldad rusa. Como siempre, este mal va a perder. Y definitivamente habrá represalias a los terroristas rusos por (el ataque a) Odesa”, explicó el presidente de Ucrania Volodímir Zelenski.
Según Catalina Gómez, periodista colombiana en Ucrania, y sobreviviente del ataque a Kramatorsk, también fue atacado el Teatro New York ubicado en Donbass, confirmando los ataques rusos al patrimonio cultural ucraniano. Sin embargo, Rusia, como siempre, ha desmentido esta información.
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El Ministerio de Relaciones Exteriores ruso emitió un comunicado en el que indicó que, en efecto, la catedral sí fue destruida, pero no por sus misiles. Este informativo dice que Rusia sí atacó Odesa, pero que las instalaciones militares que eran el objetivo se encontraban a una distancia segura de la Catedral.
Lo que explicó el Gobierno ruso sobre el ataque a la Catedral es que “la causa más probable de su destrucción fue la caída de un misil guiado antiaéreo ucraniano como resultado de las acciones incompetentes de los operadores de sistemas de defensa aérea”. Es decir, que en las labores de defensa aérea ucraniana, los elementos de defensa se encontraban muy cerca del centro histórico, por lo que, según Rusia, en el desarrollo de estas acciones, el propio ejército ucraniano habría derribado la Catedral.
