📸 Cortesía: Presidencia / El Colombiano
«`htmlUN DISPARO EN LA SOMBRA: LA TORMENTA TRAS EL ATENTADO A MIGUEL URIBE TURBAY
El silencio se rompe en Bogotá. Este lunes 24 de junio de 2025, el país sigue temblando por las heridas abiertas tras el atentado sicarial contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay. El ministro del Interior, Armando Benedetti, no dudó en señalar que las consecuencias traspasan a la familia Uribe para sacudir al propio Gobierno Nacional, en un momento marcado por una crisis institucional profunda y una polarización cada vez más difícil de contener.
Los disparos resonaron el pasado 7 de junio en el parque El Golfito, en la localidad de Fontibón, al occidente de Bogotá. Fue un acto proselitista del Centro Democrático, donde un joven de apenas 15 años abrió fuego con un arma introducida ilegalmente desde Estados Unidos, con ocho balazos que dejaron al senador y a dos personas más gravemente heridas. La captura inmediata del atacante no calmó las inquietudes que se gestaron desde entonces.
Desde entonces, Miguel Uribe Turbay ha librado una batalla en la Fundación Santa Fe de Bogotá. Tras varias intervenciones quirúrgicas, su estado permanece crítico, aunque su familia sostiene que ha superado la fase más aguda y sigue bajo cuidados intensivos. La incertidumbre sobre su recuperación añade tensión a una herida política y social abierta.
En medio de esta crisis, la denuncia penal presentada por el abogado Víctor Mosquera sobre una supuesta campaña sostenida de estigmatización por parte del presidente Gustavo Petro no ha hecho sino enardecer el debate. Mosquera asegura que al menos 43 mensajes en la red social X durante tres años atacaron la imagen de Uribe Turbay. Sin embargo, Benedetti se mostró contundente: no hay pruebas de hostigamiento reciente y defendió que el presidente ha mantenido respeto hacia la oposición tras el atentado.
Pero más allá de las declaraciones, el atentado ha dejado una sombra que erosiona la confianza ciudadana en las capacidades del Estado para proteger a sus representantes y garantizar un clima político libre de violencia. ¿Qué significa este ataque en plena campaña presidencial? ¿Cómo revertir una división tan profunda que se filtra hasta en las urnas? La pregunta queda suspendida mientras el país observa con cautela y espera respuestas que vayan más allá de las palabras.
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