📸 Cortesía: Félix Márquez (AP)
[LLUVIA Y LUTO]
La furia de octubre.
Este 17 de octubre de 2025, cinco estados de México enfrentan la devastación impuesta por lluvias implacables que han cobrado la vida de 72 personas y dejado a otras 48 desaparecidas.
Veracruz, Hidalgo, Puebla, Querétaro y San Luis Potosí, territorios bañados antes por ríos, ahora exhiben paisajes marcados por inundaciones severas, deslizamientos y desbordamientos que han destruido hogares, puentes e infraestructuras esenciales para la vida cotidiana.
Las autoridades federales y estatales han movilizado un ejército de socorro: soldados, marinos y agentes de la Guardia Nacional surcan caminos y senderos para rescatar a quienes quedaron atrapados, especialmente en áreas rurales y montañosas donde el acceso es penoso. Se despliegan albergues temporales mientras las manos solidarias distribuyen alimentos y agua a las familias desplazadas.
El gobierno ha emitido alertas y exhorta a la población a reforzar su precaución, pues se pronostica que las lluvias continuarán en los próximos días, con el riesgo de nuevas tragedias. La presidenta Claudia Sheinbaum está al frente de la coordinación conjunta con autoridades locales, una muestra de la urgencia y la gravedad que persiste.
Los números son claros, pero insuficientes para medir la magnitud real del desastre: más de 100,000 viviendas dañadas y miles de vidas desarraigadas. Veracruz soporta el golpe más duro con 30 fallecidos, seguido por Hidalgo y Puebla con 21 y 18 respectivamente. Querétaro consuela solo con una muerte confirmada, y en San Luis Potosí, de momento, la calma sin víctimas mortales contrasta con la incertidumbre.
«Frente a esta situación, las autoridades trabajan incansablemente para garantizar la seguridad de la población», reiteran. Sin embargo, la pregunta persiste como una sombra entre la lluvia: ¿Estamos preparados para enfrentar la ira de la naturaleza y mitigar pérdidas humanas y materiales que parecen repetirse? La resistencia comunitaria y la eficacia institucional se prueban bajo esta tormenta imparable, mientras el país observa y espera respuestas. ¿Podrá México reconstruirse sin olvidar a quienes ya no están?