Terror en Cali. Cierre de establecimientos, Ley Seca y alerta naranja en la red hospitalaria.

Alcaldía de Santiago de Cali
¿UNA CIUDAD BAJO ASEDIO?
Un día marcado por el miedo.

Este martes 10 de junio de 2025, Cali se despertó en medio de lo que podría describirse como un acto sistemático de terror. Una serie de atentados con explosivos, atribuidos a disidencias de las FARC, sacudieron la capital del Valle del Cauca, dejando un saldo preliminar cercano a las diez víctimas mortales y decenas de heridos.

Las explosiones se concentraron en zonas residenciales y comerciales de Meléndez y Manuela Beltrán, espacios habitados y frecuentados a diario por cientos de personas. En Meléndez, una moto bomba fue detonada causando la muerte de al menos una persona y heridas graves a cinco más, entre ellos una niña de cinco años y un adulto mayor de setenta, quienes luchan ahora por sus vidas en el Hospital Mario Correa Rengifo y la Fundación Valle del Lili. La red hospitalaria está al borde del colapso, con un 300% de sobreocupación en urgencias, mientras que el Hospital Isaías Duarte Cancino reporta otros cuatro heridos por esquirlas, reflejo cruel del odio que se ha instalado en la ciudad.

Ante esta escalada terrorista, el gobierno local no tardó en reaccionar. Alejandro Eder, alcalde de Cali, decretó el cierre de establecimientos comerciales, la imposición de la Ley Seca y la alerta naranja en hospitales, medidas encaminadas a contener una crisis que amenaza con desbordarse. “Que estén reventando bombas en Cali es de la mayor gravedad. Es fundamental que las fuerzas militares y la policía tengan los apoyos y recursos necesarios para recuperar el orden público. Hay afectaciones civiles”, afirmó Eder con la preocupación palpable en su voz.

La gravedad del momento obliga también a una estrategia de inteligencia y participación ciudadana. Por eso, las autoridades están ofreciendo hasta 600 millones de pesos en recompensas a quien facilite información que permita evitar nuevos atentados y capturar a los responsables. Una medida desesperada, pero necesaria, en un contexto donde la incertidumbre y el miedo se cuelan en cada rincón de la ciudad.

Este ataque no es un hecho aislado. Las disidencias de las FARC, que no han renunciado a la violencia pese a los acuerdos de paz, continúan erosionando la tranquilidad y la confianza de comunidades enteras. ¿Podrá Cali recuperar la normalidad en medio de tantos escombros? ¿Logrará la justicia esclarecer los motivos y frenar esta ola de violencia? Mientras tanto, el dolor permanece, tangible y silencioso, en las calles y hospitales que combaten la sombra del terrorismo.

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