Todos los honores a doña Nydia.

📸 Imagen Cortesía: María Claudia Tarazona.
¿LEGADO EN BLANCO Y NEGRO?
Un adiós marcado por la emoción y el reconocimiento.

Bogotá, 1 de julio de 2025. Colombia despide a Nydia Quintero de Turbay, ex primera dama y fundadora de la Fundación Solidaridad por Colombia, cuyo fallecimiento el 30 de junio ha provocado un sentir colectivo profundo. A sus 93 años, su partida se convierte en un reflejo nítido para valorar una vida entregada a la solidaridad y la gestión social.

La escena fue solemne. El féretro de doña Nydia ingresó al Salón Elíptico del Capitolio Nacional a las 5:30 p. m., acompañado por los acordes del himno de aquella institución que ella misma impulsó en 1975. El recinto, teñido de flores blancas y adornado con retratos que rememoraban su paso público, abrió sus puertas hasta la mañana siguiente permitiendo que ciudadanos comunes y líderes se sumaran al último homenaje. La ceremonia religiosa, presidida por el monseñor Fadi Bou Chebl, acompañó las palabras de sus familiares, quienes destacaron una vida entregada a “producir resultados en beneficio de toda Colombia y dejar una cultura de amor y de solidaridad”.

Nacida el 22 de octubre de 1931 en Neiva, Nydia Quintero fue mucho más que una primera dama entre 1978 y 1982. Su compromiso con las poblaciones vulnerables la colocó en el centro de la atención social, especialmente en momentos de desastre y emergencia. La Fundación Solidaridad por Colombia, que fundó, abarcó más de 170 municipios y concretó una tradición nacional con la Caminata de la Solidaridad, evento que desde 1979 convoca a millones para apoyar a los más necesitados.

En su gestión como primera dama, promovió reformas significativas, como la ampliación de la cobertura del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, evidenciando un enfoque institucional que trascendió el simple protocolo. Su legado es hoy reconocido no solo por la coyuntura política, sino por la huella concreta en numerosas vidas.

En un momento en que la memoria colectiva se disputa entre olvido y reconocimiento, la despedida a doña Nydia sitúa en evidencia la paradoja colombiana: ¿cómo honrar sin perder de vista las complejidades sociales que interpeló? El duelo se mezcla con la esperanza de que esa «cultura de amor y solidaridad» que ella sembró continúe germinando en territorios que aún sufren abandono.

Mientras tanto, el país reflexiona sobre qué tan profundas son las raíces del compromiso social heredado y si el futuro podrá sostenerlo sin perder su esencia. Quizá la pregunta que queda flotando es: ¿será posible mantener encendida la luz que doña Nydia supo encender en medio de tantas sombras?

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