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¿Un millón de abejas en silencio?
La mañana del martes 8 de julio de 2025, el sol iluminaba la vereda La Chaparrala, en Andes, Antioquia, pero no había vida en las colmenas. Más de un millón de abejas, guardianas ancestrales del equilibrio natural, yacían muertas en un apiario familiar que resistía el paso del tiempo desde 1938. La familia Rojas, testigo y custodio de esta tragedia, abrió las puertas de un santuario devastado, donde la historia y la naturaleza quedaron enmudecidas.
Este apiario, reconocido por su aporte a la producción de miel y a la educación ambiental, era un refugio para especies nativas, ejemplo de apicultura sostenible que ahora se enfrenta a un golpe irreparable. Quince colmenas fueron encontradas destruidas, sus cuerpos diminutos esparcidos, con señales evidentes de intoxicación que provocaron la agonía silenciosa de millones.
Los ecos del desastre llegaron hasta las autoridades ambientales del departamento y el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), que desplegaron una investigación exhaustiva. La sospecha recae en los agroquímicos usados en cultivos vecinos: nubes tóxicas que, acaso por la negligencia o la falta de control, se posaron letales sobre las abejas. Sin embargo, aún falta confirmación oficial de la causa precisa. Mientras tanto, los vecinos denuncian que las fumigaciones con pesticidas son una práctica habitual y peligrosa, a la que han respondido con solicitudes insistentes de mayor vigilancia y sanciones.

Este golpe no solo destruye un patrimonio familiar y local, sino que erosiona la biodiversidad y pone en jaque el delicado equilibrio del ecosistema regional. El vacío que deja esta mortandad resuena más allá de La Chaparrala: plantea la pregunta inquietante de cómo evitar que la intolerancia química siga condenando en silencio a las piezas esenciales del mundo natural.
¿Podrá la ciencia y la voluntad colectiva detener esta tragedia antes de que la oscuridad se extienda? La inquietud crece y la memoria guarda a esos millones de abejas, que por generaciones tejieron vida y ahora claman por justicia ambiental.