Trump sube aranceles al cine extranjero al 100 %

📸 Imagen cortesía: Captura de pantalla.
¿Un muro en la pantalla?

Este lunes 29 de septiembre de 2025, Donald Trump sacudió la industria del cine con un anuncio que pone en jaque la globalización cultural: un arancel del 100% a todas las películas extranjeras que entren a Estados Unidos.

El paquete llegó directo de la presidencia estadounidense, en un mensaje difundido por la controvertida plataforma Truth Social. Trump defendió la medida como una defensa a ultranza de la industria cinematográfica nacional: “El negocio cinematográfico ha sido robado a Estados Unidos por otros países”, aseveró sin rodeos. Pero lo que parecía un llamado patriótico ha abierto un abismo de incertidumbre. No solo por la magnitud de la tasa, sino porque ni la Casa Blanca ni los gigantes de Hollywood —Warner Bros Discovery, Comcast, Paramount Skydance o Netflix— han aclarado cómo se implementará o cuándo entrará en vigencia. La madrugada del 30 de septiembre para Colombia, y durante todo el día en EE.UU., quedó marcada por la ausencia de respuestas concretas.

El impuesto amenaza a todas las salas y distribuidores estadounidenses que exhiban cine extranjero, un mercado que, hasta ahora, ha sido vital para el entramado que sostiene la producción globalizada del séptimo arte. Hollywood, con sus coproducciones y marcadas conexiones con audiencias internacionales, parece enfrentar un reverso abrupto de su modelo de negocio. La sombra del proteccionismo crece, aunque aún no está claro si este pulso económico se extenderá a las series de televisión o al universo del streaming, que domina el consumo cultural contemporáneo.

Detrás de esta decisión, la intención declarada de Trump es fortalecer lo nacional, revitalizar una industria que, según él, ha sido erosionada por competidores externos. Sin embargo, la medida provoca también críticas y preocupaciones: ¿se trata de una estrategia para proteger empleos y cultura local, o esconde un aislamiento económico con consecuencias inadvertidas? La retórica presidencial choca con la realidad de un mercado de cine interconectado, donde las fronteras se vuelven porosas y los acuerdos entre países imprescindibles.

Mientras tanto, la duda persiste: ¿qué efecto tendrá en el futuro de la cultura global esta imposición arancelaria? ¿Podrán los estudios y las audiencias sortear este nuevo obstáculo sin perder el diálogo cultural que el cine ha construido durante décadas? Las luces se apagan en las salas internacionales, y la pregunta queda flotando en el aire.

¿Se levantará un muro invisible que encienda una guerra comercial en las pantallas, o será solo un capítulo más en la turbulenta historia del poder cultural estadounidense?

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