Uso de drones con explosivos aumenta y cambia la dinámica del conflicto en Colombia

Drones mortales surcan los cielos de Colombia

Un nuevo rostro de la violencia se cierne sobre Colombia.

Este 2025, hasta el 26 de mayo, los informes del Ejército Nacional revelan un preocupante incremento en el uso de drones con explosivos para perpetrar ataques. En total, se registran 73 agresiones de esta índole, concentradas en los departamentos del Cauca y Norte de Santander, dos regiones donde la guerra late con una intensidad renovada. Grupos armados ilegales como el ELN y las disidencias de las FARC han introducido esta amenaza aérea, alterando la lógica tradicional del conflicto y aumentando el peligro para la población civil y las fuerzas de seguridad.

El episodio que más ha conmovido ocurrió el 15 de mayo en la vereda Veinte de Julio, en la zona rural de Tibú (Norte de Santander). Allí, un niño de 12 años perdió la vida, y al menos 11 personas resultaron heridas tras un ataque con drones atribuido al ELN. La difusión de imágenes aterradoras de ese día desnuda la crudeza de una guerra que ahora despliega nuevas armas y tácticas. El ministro de Defensa, Pedro Sánchez, no dudó en calificar este atentado como el que más víctimas civiles ha cobrado desde la irrupción de los drones en el conflicto colombiano.

Al suroccidente, el Cauca registra 59 de estos ataques en lo que va del año, una cifra que habla del tamaño de la crisis en esa región. El más reciente de ellos fue el 23 de mayo en Balboa, donde un ataque de la estructura Carlos Patiño, parte de las disidencias de las FARC, hirió a tres soldados y un suboficial. Este grupo, que busca controlar las rutas del narcotráfico, juega con fuego en territorio dividido y vulnerable. La tensión se replica en Catatumbo, donde la pugna sin tregua entre el ELN y las disidencias del frente 33 de las FARC ha dejado ocho civiles muertos en el último mes, multiplicando el sufrimiento y la incertidumbre.

Lo que está en juego va más allá de cifras y operaciones militares. El uso de drones con explosivos redefine el mapa de la violencia, erosiona la ya frágil seguridad y provoca un vacío en la protección de las comunidades. ¿Cómo enfrentar a un enemigo que se desliza entre los cielos con letal precisión? La respuesta aún no está clara, pero la ciudadanía exige que las instituciones actúen con urgencia y transparencia.

Mientras tanto, en cada poblado donde retumba el eco de las explosiones, la pregunta persiste: ¿podrá Colombia contener esta amenaza que parece volar libre, imparable?

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