📸 Imagen cortesía: Voloddymyr Zelenskyy
¿Fin del mando en tiempos de guerra?
Este septiembre de 2025, Volodímir Zelenski lanzó una enigmática frase que resonó más allá de las fronteras ucranianas: “Mi objetivo es terminar la guerra, no permanecer en el poder.” En medio de un conflicto prolongado que ha marcado la historia reciente de Europa, el presidente de Ucrania manifestó su disposición a abandonar la presidencia una vez concluida la guerra con Rusia, dando prioridad a la paz y a la seguridad nacional por encima de su permanencia en el cargo.
Desde 2024, cuando debía finalizar su mandato, la imposibilidad de celebrar elecciones debido a la ley marcial ha extendido su presidencia de facto, manteniéndolo en un poder suspendido, pero necesario para la supervivencia del Estado. Su última comunicación pública sobre el tema fue en una entrevista exclusiva, además de encuentros con figuras internacionales relevantes, como el expresidente estadounidense Donald Trump en Nueva York. Zelenski anunció que si se consigue establecer un alto el fuego duradero, solicitará al parlamento ucraniano la convocatoria de elecciones libres y ordenadas.
Estas posturas emergen en un contexto de negociaciones tensionadas con Moscú, que exige a Ucrania renunciar a su aspiración de integrarse en la OTAN y aceptar la anexión de territorios ocupados tras la invasión. Kiev, por su parte, rechaza tales condiciones, argumentando que vulneran su soberanía y amenazan la independencia territorial conquistada tras la caída de la Unión Soviética. Desde tribunas internacionales —como la ONU y la cumbre de la OTAN— Zelenski ha presentado su “Plan de la Victoria”, que busca una paz basada en la retirada rusa de todos los territorios ocupados desde 1991 y la incorporación de Ucrania a la arquitectura de seguridad europea.
No obstante, la incertidumbre persiste. El gobierno ucraniano prepara presupuestos y políticas anticipando la continuidad del conflicto hasta al menos 2026. Las reformas constitucionales necesarias para ceder territorios, paso que Moscú exige como condición para la paz, resultan imposibles en el actual marco de ley marcial, inmovilizando cualquier posibilidad de concesión. Mientras tanto, la presión internacional, sobre todo de Europa y Estados Unidos, crece en la búsqueda de una solución diplomática que ponga fin a una guerra cuyas heridas siguen abiertas.
¿Podrá Zelenski cambiar el curso de la historia y salir del poder con la paz en sus manos? O, por el contrario, ¿la prolongación del conflicto seguirá extendiendo un mandato suspendido en un país que anhela, por encima de todo, el fin del sufrimiento? La incógnita queda abierta, como un eco en un país marcado por el dolor y la esperanza.