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¿ORDEN O CAOS EN LA SALUD MENTAL?
Este jueves 26 de junio de 2025, en Colombia, expertos en salud y bienestar laboral pusieron en la mesa un asunto que parece simple pero encierra grandes desafíos: el valor del orden en la vida diaria como piedra angular para mejorar la salud mental, la productividad y la calidad de vida de millones. Un desorden que no solo desgasta el reloj, sino que hiere a la mente y al cuerpo.
La desorganización, advierten los especialistas, va más allá de perder minutos. Provoca una cascada de problemas emocionales y físicos: ansiedad, estrés, agotamiento. Estas secuelas, invisibles en apariencia, permeabilizan la rutina y erosionan tanto el ámbito personal como el espacio laboral donde se desarrollan las personas.
Así lo explica con detalle Norma de Jesús Yépez, académica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental en la Universidad Nacional Autónoma de México. Según su investigación, la falta de orden frente a circunstancias adversas desata desde dificultades para concentrarse hasta fatiga crónica y trastornos gastrointestinales. Organizar la cotidianidad, insiste la experta, es esencial para resistir el estrés y proteger la salud. Esta disciplina no es fruto de un acto aislado, sino de hábitos construidos con constancia y pequeñas modificaciones diarias.
En el terreno laboral, la mirada es igual de contundente. Empresas y organizaciones que han focalizado su atención en equipos ordenados reportan una menor incidencia de agotamiento y una creatividad aflorada. El orden, comentan, no es mera formalidad, sino un mecanismo que libera energía mental, dejando espacio para desplegar ideas de alto impacto. Un informe reciente del sistema de gestión Asana refuerza esta idea al señalar que una agenda ordenada reduce el estrés, mejora la priorización y abre camino a la innovación. En sus palabras: La organización permite dedicar más tiempo a lo que importa y genera bienestar y felicidad en el trabajo.
Pero, ¿cómo comenzar? Los expertos proponen un quinteto de pasos accesibles: ordenar los espacios físicos para recuperar la calma visual; confeccionar listas de tareas pequeñas y concretas; establecer horarios claros para las rutinas básicas; juntar actividades similares para optimizar tiempos; y, sobre todo, priorizar no dejar tareas a medias para acabar con la acumulación que agobia.
Este llamado a la gestión del bienestar cotidiana adquiere relevancia en un mundo cada vez más acelerado, donde la salud mental pende en un delicado equilibrio. ¿Podrán las personas y organizaciones conservar ese orden que evita el desorden interno? La pregunta queda flotando, mientras los días continúan.
