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¿Entrega o alianza rota?
Este miércoles 15 de octubre de 2025, en la fría mañana de Moscú, un gesto inesperado desconcertó a los pasillos del poder: Ahmad al-Sharaa, nuevo presidente de Siria, exigió formalmente la extradición de Bashar al-Assad, el derrocado exmandatario refugiado en Rusia.
Al-Sharaa, quien tomó el mando tras liderar la ofensiva que destituyó a Assad en diciembre de 2024, acudió a la capital rusa con una doble agenda: buscar apoyo para la reconstrucción de Siria y reclamar la entrega del expresidente. La solicitud no solo marca un giro radical en la política siria, sino que también pone en aprietos al Kremlin, custodio de Assad desde su huida. Fuentes oficiales confirmaron que la extradición encabeza el diálogo bilateral; “Siria agotará todas las vías legales para llevar a Assad ante la justicia”, declaró el presidente en una entrevista reciente.
El contexto de esta exigencia no puede entenderse sin mencionar la compleja relación entre Moscú y Damasco. Rusia, que mantuvo su intervención militar desde 2015 para sostener a Assad, otorgó asilo al expresidente alegando razones humanitarias. Según el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, “la seguridad física del expresidente y su familia estaba amenazada”. Además, Moscú defiende intereses estratégicos fundamentales en Siria, incluyendo sus bases navales y aéreas en el Mediterráneo. Pese a ello, al-Sharaa ha consentido la continuidad de esas bases, buscando equilibrio pragmático en sus relaciones internacionales.
Meses de negociaciones previas antecedieron este encuentro en que, más allá de simbologías, se revelan tensiones y desafíos por resolver. Mientras al-Sharaa se muestra decidido a reformar el rumbo político sirio con apoyos diversos, la postura rusa sobre Assad abre incógnitas sobre hasta dónde está dispuesto a ceder el Kremlin.
¿Este pedido de extradición marcará una ruptura definitiva o un capítulo más en la complicada alianza ruso-siria? La reconstrucción de Siria y la justicia por los crímenes del pasado desafían un escenario de alianzas volátiles y futuras disputas por el poder en Medio Oriente. La agenda está planteada; ahora resta saber si la cooperación dará paso a la confrontación abierta o a un delicado equilibrio diplomático.