📸 Cortesía: Presidencia
¿Vacío en la Cancillería?
La renuncia de Laura Sarabia, la mañana del jueves 3 de julio de 2025, sacudió el gabinete del presidente Gustavo Petro y abrió una brecha de incertidumbre en el poder ejecutivo colombiano.
Sarabia, hasta entonces canciller y una de las colaboradoras más cercanas y leales al mandatario desde 2022, decidió apartarse tras denunciar “diferencias profundas” en la toma de decisiones recientes, especialmente relacionadas con la polémica licitación para la expedición de pasaportes. En su carta de dimisión, Sarabia escribió: “En los últimos días se han tomado decisiones que no comparto y que, por coherencia personal y respeto institucional, no puedo acompañar. No se trata de diferencias menores ni de quién tiene la razón. Se trata de un rumbo que, con todo el afecto y respeto que le tengo, ya no me es posible ejecutar”. Entre esas decisiones, destacaba la abrupta cancelación de la prórroga del contrato con la empresa Thomas Greg & Sons y la rápida apuesta por un convenio con la Imprenta Nacional de Portugal, anunciada por el nuevo jefe de despacho presidencial, Alfredo Saade, al margen de la opinión de Sarabia.
Este alejamiento no pasó desapercibido en el Congreso, donde la salida se interpretó como una señal clara del creciente aislamiento del presidente Petro dentro de su propio equipo. El representante Octavio Cardona, del Partido Liberal, afirmó que “cuando el jefe de un despacho recibe órdenes de otro funcionario que no es su jefe, lo que le están mostrando es el camino”, aludiendo a una fractura en la cadena de mando y a un desplazamiento de la cancillería tradicional. Por su parte, Andrés Forero, del Centro Democrático, remarcó que esta renuncia es “la consecuencia de la mala gestión del Gobierno”, evidenciando las tensiones políticas internas y la crisis de confianza en la administración actual.
Desde la caída de Sarabia, la Cancillería enfrenta un vacío no solo funcional sino simbólico, en un momento en que la credibilidad y la coherencia institucional parecen erosionarse. La ciudadanía observa con inquietud cómo las discrepancias internas escalan hasta hacerse visibles en las más altas esferas del poder. ¿Podrá el presidente Petro recomponer su gabinete y retomar el rumbo que convenció a una parte importante del país? La renuncia de una aliada tan cercana hace resonar esta pregunta con una intensidad poco habitual. En el fondo, este episodio refleja la dificultad de un Gobierno que se debate entre la lealtad personal, las políticas públicas y las presiones de una compleja realidad política.